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ENERO En el campo H ¡Qué mañanas tan alegres las mañanas en el campo. qué risueños carnavales de crepúsculos y auroras irisadas. qué concierto de perfumes y de amores y de músicas de flauta.
Las colinas con sus crestas nebulosas y argentadas por los pálidos destellos de la luz del alba, sobre el verde de las fértiles llanuras se destacan como templos magestuosos de esmeralda con santuarios de un estilo arquitectónico salvaje y con cúpulas de plata.
En el campo las mañanas son una sonrisa de Natura alborozada; y en mitad de un claro día cuando las inuchachas con las rosas encendidas de sus labios y mejillas en tropel carnavalesco para algún paseo viajan Natura parece que se ríe carcajadas.
ica isadas.
pejadas, ien, la luz anémica de una luna trasnochada los Roineos de regreso la metrópoli cabalgan. sus Julietas van hundiéndose a través de la distancia en la ausencia de larguísimas semanas. qué semanas tan monótonas, tan monótonas, tan tristes y tan largas.
Los Romeos en insomnes, perezosas cabalgatas atraviesan por las calles solitarias; y se juntan con las mudas caravanas de sus sueños y nostalgias; y se envuelven en incógnitas penumbras queju mbrosas que hablan el idioma de las tiernas, de las dulces serenatas; y así en grupo, como ignotos, misteriosos escuadrones de fantasmas, van llegando a la metrópoli que duerme y que semeja el panteón de los amores y alegrías de otras épocas pasadas.
Enero: 1905 RAÚL PIÑERES 827 as

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