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ENERO ADORATION fijó en la palidez del semblante de Rosa y también en lo encarnado de sus ojos. La cosa era clara: Rosa, que no por querer mucho su marido dejaba de ser madre, poseía ese instinto intuición tan peculiar a todas las que lo estaba muy son en realidad, pues algunas hay que no conocen de la maternidad más scasa alimenque el acto material, y se había alarmado, más que de ordinario, por el normalmente, desasosiego del pequeñín que, en ontinuo movimiento su cabeza, atenazaba podían pro inconseiente y nerviosamente con sus manecitas, los pliegues y arrugas de ngresos, bien las ropas que lo cubrían. La resstaba para la piración ya frecuente y fatigosa o dejaba rede tantos días, lo era en aquél más, recisas y pecomo más secos estaban sus lalad, ni podía bios y más rubicundo el color de incipación de la cara. La pobre Rosa decía, y lo más, tampoco acertaba, que el corazón le anuningos y otros ciaba la muerte de su hijo. Con eo de fichas, ansia esperaba las nueve, hora en miento socieque vendría el médico y ojalá lleBaldomero, el gase tiempo. muy amante Antonio que, a su vez, era graves cuespadre y quería su hijo su es los amos y manera y como le permitían sus el capital y el rudezas y sus ideas, participó basI punto de no tante de los temores de Rosa, pero, as cuotas que precisamente aquella noche tenían la con cierta una importante reunión sus com3 personas.
pañeros y correligionarios, y en ella había de dar cuenta Baldomeonio no podía ro del resultado de sus gestiones y trabajos para ver si se estado físico, daba no la huelga iniciada por ico. La que no unos obreros que no hallaban basemostrándolo tante propensos sus patronos, in de Antonio para acceder ciertas proposicioada las carines bases que les habían presobras de la sentado. No podía, pues, Antonio y poco, muy faltar la reunión, que además o posible para de interesarle, era un acto de solise acercaba daridad al que seriamente se hay la perrita la bía comprometido asistir. Pero a del enfermo Adoración volvería cuanto antes, eso sí: las ta y alargado once lo más tarde estaría de regreso. Lo mejor que podía hacer presentarse el Rosa, era llamar la vecina que cocina cuyos ya otras noches le había hecho compañía, y que en esta haría seguramente lo jábala parada mismo hasta que Antonio regresara, pudiendo entonces acostarse Rosa, pues volvíase la siendo al otro día domingo, no le urgía Antonio levantarse temprano, ni en una silleta, le importaba pasar la noche en vela.
cabezada.
Rosa juzgaba, de todas maneras más conveniente era esperar que vinieasivo, iba dos ra el médico para ver lo que decía: pero Antonio, después de pasar su tosca ible con la en mano por la cabeza del niño, cuyos ojos le miraron y cuyos labios se moalgunas veces vieron, opinó que la cosa no era grave: un recargo natural que cesaría con ero el médico, cualquier potingue que arreglara el doctor.
inzas tenía de La perrilla, mientras su amo examinaba al niño, levantó su cuerpo y iniquilamiento apoyó las patitas en la cama, dejando oir eso, que no se sabe si es quejido y alimentase. gruñido, conque los perros y también las perras, nos indican su impaciencia, temor tristeza. La lengüecita del animalejo pasaba pausada y suaveo fué, que se mente por la manecita del enfermo que tenía su alcance, y entre lengüetazo secin883

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