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ה Echegaray Íntimo Háblase cierta noche de equitación. En el Ateneo. Oh, yo he sido un pèsimo caballista dijo José. No olvidaré nunca lo que me pasó siendo estudiante. Tenía yo una novia en un pueblo inmediato Madrid, y como contase con la benevolencia de su familia, fuíme una tarde en el tren visitarla. Los papás me recibieron afablemente; enseñáronme la casa, el jardín y todo cuanto constituía aquella hermosa residencia de verano; ella, la elegida de mi corazón, mostrose amante y complacida como nunca, y en estas y las otras llegó la hora de la salida del tren para Madrid sin que ninguno lo notara. Qué contrariedad. dije yo. No se apure replicó el padre. Monta Vd. caballo?
No me atreví decirle que en mi vida las había visto más gordas. No me parecía bien confesar delante de mi novia que no había cultivado nunca aquel sport elegante y contesté que me tenía por un jinete regular. Pues nada añadió el padre de mi novia. Podrá Vd.
volverse Madrid en mi caballo. Al llegar, puede Vd. dejarle en la caballeriza de mi amigo Diez minutos después salía yo gallardamente, caballero en una jaca alazana, por el ancho portón del corral, no sin haber sido obsequiado por mi novia Costumbres Nacionales con una mirada, mezcla de admiración y de cariño; pero cinco minutos después reaparecía yo en el zaguán de la casa todo azorado. Qué ha ocurrido exclamaron todos al verme. Alguna desgracia. No, señores; tranquilícense ustedes dije disimulando mi aturdimiento. Es que he notado que me faltan unos papeles de interés, y por si me los he dejado aquí.
Procedióse la busca de los papeles; pero todo fué inútil ¡naturalmente. y tuve que volver montar, despidiéndome de nuevo de aquella familia, que ya había empezado escamarse. No habían pasado cinco minutos, y ya estaba yo otra vez de regreso en el zaguán. ahora. Qué le falta Vd. me preguntaron.
La fosforera. balbucí.
Tampoco se encontró la fosforera ¡qué se había de encontrar! y tuve que reemprender la marcha, cada vez más afligido.
Por tercera vez viéronme llegar los asombrados habitantes de la finca, y entonces, echando pie tierra y exponiéndome todo, incluso perder el cariño de mi adorada, dije con resolución heroica. qué fingir. No soy yo el que vuelve; es el caballo, que quiere regresar a la cuadra. Como es la primera vez que monto. LUIS TABOADA 895 Ginete Guanacasteco inger,
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