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Šos Claveles Rojos Contra0 catedrales CA ¡Dios sabe las fatigas que pasó el pobre Achares para ver realizado el sueño de toda su vida: ser matador de toros!
Su decidida vocación por la tauromaquia le hizo abandonar un jornal seguro y acaso un porvenir en el oficio, para marchar de pueblo en pueblo las capeas. El muchacho demostró inteligencia y sobre todo valor, mucho valor, rayano veces en la temeridad, por lo cual algunos le consideraban una verdadera esperanza en el arte de Montes y Frascuelo. Gracias a esto, algún tiempo después estoqueaba en varios pueblos de la Provincia de Sevilla, y el obscuro maleta convirtiose en matador de novillos, pronto a tomar la deseada alternativa.
Conocidísima era en Sevilla la Rocio: desde Triana la Macarena, la flor y nata con pantalon de talle había caido sus pies, presas en la red seductora de sus encantos, porque la niña era lo que se llama «canela de la fina. de mediana estatura, pelo negro, ojos grandes y rasgados de mujer ardiente y soñadora; mejillas amasadas con jazmines y azahares; boca chiquitita de labios gruesos y sensuales, constituía grandes rasgos la descripción de su rostro hermoso, digno remate un cuerpo escultural de líneas perfectas y curvas poderosas. pesar de su mucho partido entre los hombres, la Rocio nadie quiso ni nadie entregó su corazón, limpio de quereres, de tal modo que su reja, cuajada de flores, era proverbial, que recibía siempre las notas cadenciosas de las «malagrieñas. los tristes lamentos de los «soleares» con la frialdad de sus gruesos barrotes; por eso, con natural asombro, se comentaba la noticia entre vecinos y comadres: İque acontecimiento, la Rocio tenía novio, le habían visto hablar con ella por la reja! en esas noches hermosas de Andalucía, cuando el ambiente saturado de perfumes produce la embriaguez de los sentidos, y la luna brillando, en un cielo purísimo, se refleja en las plateadas ondas del Guadalquivir, que deslízase tranquilo entre dos márgenes de tupida verdura, Rocio y el Achares paladeaban la golosina de su cariño inmenso, de esas pasiones de fuego tan propias de los temperamentos meridionales.
II Cuando el Achares abandono, ebrio de júbilo, el despacho del empre sario, dirigiose como una exhalación casa de su novia. Momentos después daba dos golpecitos en el cristal de la ventana, y tras la reja aparecía, sonriendo y hermosa como nunca, la Rocio.
Vengo a darte la gran noticia, niña dijo el jadeante y sudoroso. Ay, dimela ya!
Que esta tarde mato. Ramiro, el empresario, me lo ha dicho, y como la Virgencita de la Esperanza me ayude, va tú oíende aquí las parmas. De vera. Anda, guasa viva, que lo que tú quiere quedate conmigo. Ojalá pudiera, arma mía. pero que te conste que te digo er Evangelio. Oye; pues sabe que me alegro mucho y sólo siento. Er qué?
Que los toros tengan cuerno.
898 Srta.
Fot. Paynter algunas voces La ¡Des animalito tend ¡Pob Rocio cerebro, y sin le, maresita sabio llegaba. Vive Sí, y:

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