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ENERO alizado el. Anda ya! Te creía que los iban a tener postizos? Casualmente encontrao Pelillos» er barbero de la «Encrusijá» y dice que los míos son dos catedrales alumbráas y tóo! con unas velas. Ay, vaya, por Dio. Déjate de penas, que las catedrales se hunden y las velas se apagan; la cosa es que no le cojan uno debajo ni le quemen. Vaya, niña, añadió; la corría, a las cuatro y media; las seis, tu veun jornal pueblo or, mucho raban una sto, algún evilla, y el a deseada rita estoy icarena, la red seduca fina. de ardiente y a de labios su rostro y curvas. Adió!
Oye, no me das eso. Tómalos. Arranca dos hermosos claveles de nítida blancura que besa y le da. Que no te separes de ellos. En el pecho los llevaré como te llevo tí, entrañitas mías. III adie quiso ue su reja, inciosas de frialdad de la noticia. le habían icía, cuansentidos, y ondas del la verdura, esas pasiosu del empre cos después ía, sonrienSon las cuatro de la tarde; el calor como sólo se siente en Sevilla. En una habitación de paredes muy blancas, y ante una imagen de la Virgen de la Consolación de Utrera, Rocio, de rodillas, ora: un reloj, colocado sobre modestiísima consola, señala con monótono tic tac la fatigosa sucecion del tiempo, y por la ventana entre abierta entran bocanadas de aire caldeado por aquel sol de fuego. Las horas transcurren.
Rocio, de cuando, en cuando, se asoma la reja y dirige interrogante sus hermosos ojos allá lo lejos, donde se destacan, envueltas Srta. Rosario Zúñiga Montúfar en oleadas de luz, la Giralda y la Fot. Paynter.
catedral; el silencio es completo y sólo turbado por el rumor de nas voces que se aproximan.
La cogida ha sido terrible, dice uno. Desengañese usté, amigo; es una temeridad ceñirse tanto con un animalito tendencioso! responde un segundo. Pobre muchacho! agrega un tercero.
Rocio no pudo oir más: un presentimiento horrible atravesó por su cerebro, y sin darse cuenta cayó los pies de la Virgen, murmurando. Sálvale, maresita míal. Ten compasión de él. los pocos instantes un mono sabio llegaba al galope de su caballo. Vive aquí la Recio. Sí, yo soy, qué, qué.
899 doroso.
dicho, y aquí las te conmigo!
te digo er
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