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ENERO Don Mauro Fernández supo colocarse en el puesto de los hombres de pensamiento y de acción, de los que hacen todo lo que conciben; y así para conseguir la evolución social que entraña todo progreso real, fué, la vez, legislador y ejecutor de la obra administrativa que le aseguró en la memoria de sus conciudadanos y de las generaciones que se sucedan, el honroso título de benefactor de su Patria. Tan estimables esfuerzos, dignos de los aplausos de la Historia, son en alto grado dignos de imitación esmerada, con todo celo, para que ella sea, al mismo tiempo, un homenaje debido a la memoria querida del eminente hombre público, y una muestra ineludible de acendrado amor al suelo en que están vinculadas nuestras esperanzas y nuestro porvenir, y de culto ferviente todo lo que de una manera directa se traduce en adelanto y en engrandecimiento. Ninguna recompensa sería de más precio en consideración la gloria del egregio luchador, cuya muerte deploramos, como la firme resolución de seguirlo por el camino de sus vastos y cautivadores ensueños con el empuje que reclaman las labores que sacan triunfantes las sacrosantas ambiciones humanas. éste debe ser el propósito y el más vivo empeño de los que son capaces de avaluar en todo su profundo sentido la magna obra comprendida y cimentada por el más entusiasta y soñador de nuestros hombres de Estado, por uno de los más felices y valientes oradores parlamentarios que lionraran la tribina costarricense, y que fué también liábil jurisconsulto, pensador de gran vuelo por la precisión de su juicio como por la viveza de su fantasía pintoresca; de ese caballero de la pluma, de la palabra y de la luz, fogoso caudillo de los que consagran su actividad la propagación del saber en las inteligencias que vagan en el negro vacío de la ignorancia; de ese constante aliado de los niños, y, como ellos, devoto de lo desconocido inquebrantable en su fe de apóstol, que al descender al fondo de la tumba, ha sido ya suficientemente grande y estaba ya circundada su frente de una aureola de clarísimos destellos, para inspirar un profundo sentimiento de dolor un pueblo entero y para merecer los más cumplidos y elocuentes elogios de intelectuales de dotes tan brillantes y bien cultivadas como los que, en representación de los tres departamentos del Gobierno, supieron, con lujo de corrección y de facundia, hacer oír por todos los ámbitos de la Patria la honda pena que la ha afligido por la pérdida de uno de sus más esclarecidos hijos Mas, si para la sociedad, para la juventud sobre todo, la muerte de don Mauro Fernández constituye una desgracia que habrá de sentirse siempre, para su distinguida famili esta desgracia es tremenda y sin igual. Era en el seno de ella, como un sol de luz apacible, animador de las esperanzas de los suyos y protector de las fuerzas y de la confianza con que los enseñó sostener los ingratos y recios combates de la vida.
y Por eso, pesar de la caída del astro en los abismos impenetrables, en ese honorable hogar aún resplandecen puros intensamente los reflejos de su inextinguible luz.

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