Guardar

Enarde tapizado de el cuerpo en tras por el ca vinaban los e Ay! llaba aún; en por risas con Sí sin. Flor de Mayo descuida el altar doméstico. No has visto que ha dejado de peinarse con las cintas de plata recamadas de nácar que le pusiste en la cabeza el día de la boda y que ahora recoge sus cabellos al rededor de una orquilla de carey como hacen las viudas en busca de marido.
Para interpretar de ese modo un capricho. Sed siempre justiciera madre mía. Sería necesario que el esposo estuviera sepultado. Siempre que una mujer baja los ojos busca la admiración. Simular la viudez es estimular al amante. Pero si Flor de Mayo uo abandona nunca sus habitaciones. Es cierto esto último, te lo concedo, pero de día y de noche en el balconcillo tapizado de orquídeas, el té perfumado de jazmines esparce sus tibias emanaciones. Los pétalos de flor azucarados, los pastelitos de arroz coloreados, las tajadas de sandía heladas, los granos tostados de loto llenan las cajas de laca que trajiste del Ton kin. Son golosinas.
Pero el marido no está invitado esas deliciosas meriendas embargo la esposa no debe comer sola.
Qué queréis decir. Que amenudo en las mañanas encuentro sobre las inesas de metal restos de tabaco humeante en las pipas de cobre.
Pero en fin, dijo Ky Dong quien las sospechas liacían vacilar como un culí mercenario ebrio de vino de arroz estás convencida de ello? porque la duda, tú lo sabes, es como una anguila que se resbala fácilmente entre las manos, sería necesario mostrar pruebas. Pruebas, repitió la madre que vuestra vida sea dilatada madre mía! y permaneció un instante pensativa, vacilando con los párpados medio cerrados como se hace cuando se quiere disimular el pensamiento.
Oh. dijo Ky Dong, si tuviera certeza de que la flor se entrega al abejorro. Qué harías, hijo mío?
Arrancaría sin piedad de nuestro árbol de familia la rama envenenada que ingertó en él mi matrimonio. Me lo juras. Por los manes de mi padre exciamó el. Pues bien, esta noche como la madrugada vete bajo las orquídeas y se abrirán tus ojos.
Maldición grito enloquecido el esposo y huyó a través de la ciudad.
La palabra es como la flecha, ni ésta vuelve al arco después de lanzada ni aquella una vez pronunciada puede recogerse. Se ha consumado lo irreparable. La noche llegó y no trajo el reposo al alma inquieta de Ky Dong, porque las palabras tienen imperio sobre nosotros.
Envuelto en un mantón de esparto que compró en un mercado vecino, cubierta la cabeza por un turbante de lana ordinaria y con los pies descalzos escaló como un malhechor los muros de sus jardines.
Al rededor del estanque azulado, bordado de iris, los insectos enamorados hacían zumbar la hierba estremecida. La ciudad de Nuoc Kinh dormitaba y en las calles desiertas solo se oía el rumor que hacen los forasteros en los restaurantes nocturnos.
La luna esfera luminosa que rueda sobre la alfombra del cielo apareció un instante entre las nubes. Fué alguno de sus rayos de plata la hoja del puñal lo que brilló de pronto? Nadie lo supo excepto el marido que se esconde en el follaje y el astro de la noche que bruscamente desaparece.
984 mía. Si la tortura abon más y Ky De Ya lo desconocido y en sus labi ben ser dulce Al ve entre las pila damente asu foradamente Flor compañeros pero Ky Don pliegues de ensangrenta El des Enton la persona a me za. Ky Do madre mía!
En la a y Flor de de iris, mier antiguas co Ky Dc LOS tienen sesenta nombre parti nan los días, EN el para los pesc: poco se pesca cada uno, cu 10, 000 libras EL pl de 1846.

    Notas

    Este documento no posee notas.