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El camino de un poeta Todo arcos, colga fascinador.
En el guas censui mesitas del se arrullan los alféizare cha con apa Es mi Desea ba hacer versos: enfermedad de juventud estudiosa. Amaba la cumbre, útil aspiración porque la ambición del ideal y de gloria hacen los grandes hombres. Pero no era ya simple deseo, sino locura: todo su ser aspiraba poeta. él que lo entendía bien, quería no solamente versificar, puesto que con estudios y un poco de práctica, él que era nada lerdo, sería muy capaz de liacer versos. Quería trasmitir la vehemencia de su sensibilidad sus escritos, pues tenía de artista; y por eso buscaba liacía tiempo, algo que pusiera en vibración su alma, con intensidad profunda.
Para que alguno de sus trabajos viese la luz pública, era necesario que fuese tan bueno, que quien lo leyese, lo saborease releyéndolo.
Las burlas de sus compañeros no le da ban tregua de reposo. Algunos, por vía de cariño, le aconsejaban que se dejara de idealismos absurdos que no podían conceptuarse sino en organismos enfermos. Otros le decían que fuera hombre utilitarista, ya que tantas gentes estaban dadas la versificación.
Insistía sin embargo en su capricho, pensando: Cabalmente, allora que todos liacen versos, yo laré poesías.
Paseaba cierta tarde con un amigo, y conversaban ambos de estas cosas, cuando éste le ofreció presentarle uul hombre entrado en años, que, siempre triste, no salía de su gabinete oscuro y frío. Singularísimo de costumbres. Era artista consumado, y gran poeta, por el mundo aclamado.
Concluído el paseo, corrió a casa del personaje para el desconocido y solo se le presentó. El anciano, cuya edad era ya imposible calcular, lo recibió muy bien y lo escuchó en silencio, con aquella su cara apergami.
nada, contraída por una expresión terriblemente trágica, y con acento autoritario, le dijo: Pues bien, sigue el curso de tu vida, como siempre; y cuando el corazón espontáneamente exprese lo que sienta, escribe. Sin dejar el trabajo sólo al tiempo, harás estudios que perfeccionarán los moldes en los cuales vaciarás tu sentimiento.
El joven, que hacía rato analizaba aquel liombre, había ya for mulado su juicio acerca de él, y por tal no dudó de la veracidad de sus palabras. Cómo conoceré cuando me hable el corazón lo que sea digno de escribirse. No me es dado decir ahora lo que el tiempo, para el mejor efec to, te enseñará. Pero como estoy seguro que habrás de equivocarte, te ofrezco mi cooperación para ese conocimiento. Por lo demás, no desesperar, que de médico, poeta y loco, todos tenemos un poco.
Cuando el novel poeta se separó de aquel anciano, sintió, él no suipo por qué, una punzada en el pecho, y una especie de tristeza le invadió el espíritu. Con todo, dispuesto coronar su empeño, continuó la vida.
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