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Te he vis Hizo, pues, unos versos que, llevados y presentados, sufrieron glacial acogida de parte del maestro. Aun no eres poeta, le dijo. Si porque te has casado te cuentas en su número, incluye los que hasta lioy han liecho lo mismo y los que seguirán la corriente humana. Pues bien, si no soy ahora, no seré nunca. salió asegurando romper con aquel hombre, personificación del indiferentismo, amigo de hacer sufrir.
Con esta Te he vis Bendita!
Ay! era Después Mas 291 ¡Quizá in El y su bella mujer, coronaron su unión con una niñita preciosa.
Dios les ha enviado uno de sus angelitos, blanco como las nubes que bordan su morada, con ojitos azules como los tapices de su celeste palacio y con los cabellos dorados, como las hebras del sol.
La alegría es reina en su hogar. Los padres se ven en el angelito con que Dios premió su enlace. sentíase poeta, pero todavía el maldito viejo le desechaba como tal.
La dicha no había de ser completa: el ángel de la desgracia apareció y la alegría batió sus alas para no volvérsela ver. La lijita cayó enferma. Al lado de su cama velaban día y noche sus padres, extremeciéndose la sola idea de la muerte. Con todo y los cuidados la gravedad fué en aumento y los ocho días la chiquitina voló otra vez Dios.
Con estoicismo aliogó el padre su pena, para aliviar la de su dulce compañera. En vano: su esposa, tan débil como era, no resistió el golpe y sucumbió también.
Pobre hombre! Se sintió estallar; y fué tan cruel y agudo el sufrimiento, que se tradujo todo por un embotamiento de sus facultades.
Aún me a Esta es la en tant De mil pe Yo sí que adoro l; Rencores, La image Días después, despejada un poco su alma, se pasaba las horas en el cementerio, llorando sobre la tumba que guardaba toda su dicha.
Una noche en que el viento silvaba entre los cipreses y sauces, y filamentos de luz plateada atravesaban la red de verdura, apareció el viejo, demacrado, allí en el cementerio, deshora. Acercósele y dejándole caer una mano sobre la espalda, que le dejó encoryada para siempre, le dijo: Escribe, ahora eres poeta. Adiós, yo soy el Dolor. No quiero No hay ni Por eso, De verte G.
San José, Costa Rica, 1898 Te he vist No me an Que vuelv De nubes Sí, SEÑORA, dice el espiritista una viuda joven y hermosa: le puedo probar usted que el hombre quien usted amó se encuentra muy cerca de nosotros. cómo lo sabría yo. Eso es muy sencillo. Diga usted: Ven acá. y verá usted como se mueve una de las sillas que están ahí junto a la pared.
La señora hace un esfuerzo por dominar su emoción y dice al fin: Ven acá. Al pronunciar esas palabras, echan bailar un verdadero fandango seis de las sillas mencionadas. La viudita se ruboriza, paga y se marcha.
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