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MUJERES DE IBSEN codearse co perfume pe desarrollo y curiosos: ALINA Para Piginas Ilustrulus Es cu (Solness il Arquituto. 392)
sus hijos co que colgaba la someternos cielo por ha Ninguno de los dramas de Ibsen presenta tan bien la lucha entre el pasado y el porvenir como Solness cl liquilci. Dos figuras de mi jer resplandecen en él: Hilda, que personifica la juventud, y Alina, símbolo exacto de aquellos seres que seagostan cuando les arrebatan las ilusiones con que se dormían allá en las tardes del pasado que se olvida.
Alina Hilda al encontrarse juntas en casa de Solness trabajan por atraerlo: la una con los recuerdos de los ratos deliciosos pasados bajo el techo de la vieja casa incendiada; la otra con las aspiraciones nobles representadas por la torre altii, altísima con lit cual el arquitecto corona el nuevo hogar que construye.
Aquella casa incendiada es el símbolo de las ideas añejas que pierden fuerza a medida que el hombre avanza en la ruta de la verdad y de la vida. Esa casa la llora Alina como lloran, sobre los escoinbros de una antigua doctrina, los espíritus débiles que no saben adaptarse las exigencias del progreso liumano.
Alina, junto con el viejo liogar, llora la pérdida de sus primogénitos, dos niñitos cuya existencia se apagó pocos días después de liaber visto la luz. Aquellos dos hijos son las obras que se basa en las antiguas tradiciones, se desmoronan y desaparecen cuando el alimento que les ofrece el pecho agotado de su madre no tiene valor nutritiro alguno.
Al pensar en aquella casa y en aquellos hijos la pobre mujer tiene razones para llorar: la meva habitación nunca será igual la antigua; en ella no puede vivirse inejor; siempre existirán allí el misino vacío y el mis1110 desierto. En las nuevas sociedades el pasado no puede vivir sin nostalgia: le falta la luz macilenta de las tradiciones que narcotizan su existencia mezquina.
Alina no sabe hacer más que su deber: cumple con los deberes que no exigen sacrificios, pero ante aquellas obligaciones que levantan atendiendo la batalla moral que implican, se declara vencida sin atreverse siquiera probar sus energías.
Cuando se le pregunta si está contenta porque va a vivir en la nueva casa responde con tristeza: Sí, debo estarlo porque ese es el deseo de mi marido.
Pocas palabras, es verdad, pero que en lo limitado del número nos presentan aquella mujer como una esclava de todos: es cierto, su deber es plegarse la voluntad de su marido; renuncia su propia iniciativa; es la mujer que no quiere emanciparse porque cree que es preferible vivir según el capricho ajeno obrar según el propio criterio.
Alina no baja al jardín; tiene miedo, no es el mismo aquel por en tre cuyas alamedas se paseaban su padre y su madre; no quiere venir coger flores porque las plantas que crecieron en un tiempo lian sido reemplazadas por otras y porque en su yiejo jardín construyeron nuevas habitaciones desde cuyas ventanas quién sabe cuantos ojos extraños y curiosos espían sus actos.
Aquel parque, aquellas flores y aquellas viviendas son el mundo con sus ideas y sus obras. Los rutinarios no quieren bajar al mundo y Llora mente aque nuidad y de darlo, aquel 110 buscara cias antigua restigación Así co placen en gi son la resig nizada infei 1042
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