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La la palabra del Papa nas Nastradas atrevimiento alegremente, vida de hace odos los que van de cuando Recorría Montesquieu la Europa con objeto de dar la última mano su magnífico trabajo El Espírilu de las Leres; y como quiera que su nonbre fuere ya notable, no solamente en el Foro, como Presidente del Parlamento de Burdeos, sino que también como literato, con motivo de la publicación de sus Carlus Pisas, era en donde quiera que iba objeto de particulares atenciones.
En Roma, Benedicto XIV le labía distinguido con su amistad. Al dejar la Ciudad Eterna. Mostesquieu fué hacer al Pontífice una visita de despedida. Mi querido Presidente, le dijo el Papa con aquel motivo, quiero que llevéis un recuerdo mío. Os concedo para vos y todos los miembros rdos haciendo za de constanlen entre las modesta la cen es apagar al vez podría su cerebro los or que dé una sus dibujos y jante que ha la libertad en id que habla e sueña siemque diga el a.
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us sentimiena arrojar sus la torre que anto hermoso. subiendo es rencer el vérs de los ricos de vuestra familia, durante la vida, la gracia de que podais comer carne todos los días de vigilia.
Dió el filósofo las gracias al Jefe de la cristiandad y se despidió.
El obispo camarero que le acompañaba, llevó Montesquieu la cancillería, en donde le entregó la bula extendida en debida forma; mas notando el Presidente que con la bula le pasaban a la par la cuenta de los derechos devengados, que importaba algunos cientos de liras, devolvió los papeles al obispo, diciéndole con obsequiosidad. Yo no necesito llevar constancia escrita de la gracia que me ha acordado Su Santidad. Le creo un hombre honrado y me atengo su palabra, seguro de que también Dios se atendrá ella. se marchó dejando al camarero con tamaño palmo de narices.
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