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Por demás está decir que Toño, después de sus cuatro seis años de escuela, seguía siendo casi tan ignorante como antes. Muchacho de inteligencia clara, comprendió una triste cosa: que las escuelas rurales.
si todas eran como las de su distrito, en vez de ser útiles, perjudican al pueblo; le hacen perder tiempo y dinero.
Sin nociones nuevas de nada, siguió las huellas de sus antecesores y se dedicó las faenas de la labranza con toda la rusticidad primitiva que aquí tienen, y que obligando al liombre estar inclinado sobre la tierra y por completo pegado ella, le van matando poco poco el deseo de ver lo alto, las ansias de subir.
Salido de la escuela, nuestro mozo fué iumentar el número de los que forman el montón casi inconsciente, que siendo por naturaleza com servadores y por herencia católicos creyentes, no vacilan, en política, en confundirse con el grupo liberal y aún en asegurar el triunfo los que debieran considerar como sus adversarios.
Toño llegaba de la ciudad. ella liabía ido llevanelo en su carreta nueva, tirada por hermosa yunta de barcinos, un cargamento de madera de la máquina de los machos: un par de liombres altos, de anchas espaldas, de cabello rubio, de hablar enredado, que todo lo mandaban con imperio, amigos de pocas palabras y muchas obras, que al pueblo llegaron pobres, liabiendo comprado al crédito unos cainpos que siempre se consideraron improductivos y que ellos, después de remover la tierra y de ecliar, por quí una sustancia sacada de un barril, por allá otra diferente, liabían conseguido trocar en los más pródigos de la comarca; un par de liombres que aliora, poco a poco y con dinero contante, ganado allí mismo, se iban adueñando de las vecinas fincas y de las energías de los liabitantes del distrito, ocupándolos ya en los aserraderos, ya en la labranza, ya en el acarreo de los producto de su liacienda.
El hijo de Por Antonio no era empleado de ninguna finca. Durante el tieinpo que mediaba entre la zocola y la sieinbra; entre ésta y la des yerba y entre la desyerba y la cogida, en los campos de su padre, ganaba la vida como ficler y en calidad de tal servía sí quien le pagan Cuenta la roba.
El viejo labrador, al vir el grito de su hijo, creyó distinguir en e algo extraño; sin saber por qué, se aferró la idea de que en el tono de aquel grito vagaba un tinte de tristeza.
Pasó un rato, largo para el pobre viejo y un nuevo grito sonó más siempre, no para que su inclinó la cal Buer La car darles la hion y, mal rayo para salvarla Pera hecho, pero El día como de jabó 110 era exage te les liabía La noc vez se liacía La me hubo de sufr EI FOI laja, la fuerz Toño. vió co parecía tener Al ver un chuazo; vehículo; el á las astas do En su rueda, salida peñadero.
El no1 de aquello. se había perc Salvar no podía más La ma ansia algo er aquel instant La car un momento, del muchach este salto.
sima describ Duran dan, ramas volvió el sile contempló la y cercano.
El hijo impacientemente aguardado ya debía de venir por el Altillo Antonio salió a la puerta y tendió la mirada al frente. Dios del cielo! y ¡cómo se lo había anunciado el corazón. Allá venía su Ton con el chuzo al hombro y la yunta sola por delante. la carreta, la carreta nueva que, cos cucu por ellos, les liabía hecho desembolsar cino onzas, montón de plata blanca que representaba quién sabe cuantos me ses de trabajos?
Ah. de seguro se liabía perdido en la Vuelta Estrecha.
Buenos días le dé Dios. tata y aquel mocetón, tan liombre 1062
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