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la huida de mayo el ra cenc Pars Páginas Ilustracias reve la copa toda divi con com bur disi pro ped SLI bus Muy de mañanita, cuando por encima del follaje apenas asomaba el Sol su abanico deslumbrador de rayos semejante a una aureola inmensa de la arboleda, me lo encontré ya horcajadas sobre la tapia de piedra, como exuberante florescencia de la trama de enredaderas que tapizaban el muro, asomando muchas por la cumbre del tejado sus enhiestos ramillos tiernos.
Reclinada en la tapia estaba la escalerilla de los doce peldaños, la que había servido mayo, al hermoso, al gallardo mancebo de los treinta días para ahuparse. Al ser besado por los rayos del Sol, mayo rompió en estrepitosa carcajada y batió palmas de puro contento.
Al otro lado del muro se extendía inmensa pradera limitada por bosquecillos de damas, naranjales, cafetales, cacaotales y platanares, por entre cuyo ramaje titilaban en cómico jugueteo los amarillosos rayos del astro naciente.
En el confín comenzó salir un ligerísimo vapor, una neblina como mancha del poético paisaje, que, ampliándose poco a poco, tomó después, al calorcillo solar, forma humana de encantadora mujer. Una diosa de cabellos castaños y ojos azules, lentamente acercose al jovencito que brotaba entusiasmo hasta por los poros de la piel. poca distancia de él detuvo su majestuoso paso de reina, paseó una mirada en derredor, y exclamo: Oh, el paraje es delicioso, aquí formaré mi palacio.
En seguida se desciñó un manto celeste que la envolvía, y apareció como una eva, desnuda, bellísima. Rasgó en dos la preciosa veste ideal: un girón extendió en el suelo y el otro, como un palio, lo extendió en el aire; luego se contempló sus deliciosas formas y sonrió deleitosamente.
Entonces el manto tendido al aire se desenvolvió y subió recto hacia el éter y se puso de límpido azul el cielo. El de la tierra desapareció para dar campo a la menuda grama que como inmensa esmeralda se incrustó en la llanura, y las flores, que también se prendieron de los árboles, y los frutos que se mecían columpiados por la brisa en sus aéreos palacios verdes. Las mariposas pintadas volaron en bandadas besando con sus espiraladas trompillas los cálices de las flores que se inclinaban ante aquella exuberancia de la naturaleza. Los pajarillos trinaban Pií pirri La Primavera Está ya aquí: En esta floresta Dormirá la siesta.
El mocito, rojo como grano de café maduro, no resistió más los impulsos de su sangre y saltó al jardín; pero la Primavera escapó de sus brazos jugando y riendo como la brisa cuando en murmurante charla con yu fan las ted Sul en Qui la, SIM dej 1074
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