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Mujeres de Ibsen Para Priginas Ilustradas THEA (Eedda Gabler. 1890)
ura de sus de beneficto, alum os, teléfotrales. El todo el invientos coprovincia, capital de metrópode impor idad y sus 10 el case asas de te.
inos pidieEl, y para los dos veAudiencia Presidenla villa de nombre en ciudad Presidente la pro 000 habi Thea Elosted tiene veintisiete años; en su rostro inteligente brillan dos ojos cuya mirada es tímida inquieta la vez que interrogadora.
Después de servir de institutriz a los niños de Elosted y de haber aliviado con su cariñosa solicitud los últimos momentos de la primera esposa del que es hoy su marido, llegó gobernar en aquella casa en donde desde hacía mucho tiempo, había implantado el orden y la economía.
Su esposo tiene veinte años más que ella y en aquellos dos compañeros de la existencia no existe un solo pensamiento común. Lo que ella siente debe sentirlo aislada porque el cerebro de Elosted no puede elevarse como se eleva el de su adorable Thea.
Eybert Loevgord, llamado servir de preceptor los hijos de Elosted, es un hombre que ha ido rodando por diferentes ciudades y que pesar de su talento extraordinario es despreciado, aún por sus propios amigos: todos ven en él, no al sabio sino al vicioso.
Thea comprende lo que pasa en aquel cerebro, se siente impulsada ser el ángel tutelar de aquel hombre sirviéndole de guía en sus investigaciones y de apoyo en las horas del desaliento que a menudo asalta los grandes obreros de la idea.
Thea es la mujer verdadera que tiene las hermosas cualidades de ser sensible, tierna y abnegada. En ella esa sensibilidad. esa ternura y esa abnegación siempre están dispuestas al servicio de las buenas causas.
Es la mujer inteligente que sabe, con sus observaciones cariñosas cuando es hija y hermana; con sus deseos que son mandatos cuando es novia; con sus cuidadosos desvelos cuando es madre y maestra, despertar el raciocinio en el que siente tendencias lacia el vicio, inculcar en él principios de templanza y destruir. de esa manera, las malas inclinaciones.
Thea ha adquirido una influencia poderosa sobre Eybert haciendo que renuncie sus viejas innobles costumbres. Nunca le dijo nada, nunca le pidió nada y sin embargo le hizo comprender que su conducta le repugnaba. Por respeto aquella mujer que no es la suya, pero que ha sabido imponerle sus ideales levantados, él olvida la costumbre de embriagarse a menudo.
Después de algunos años Eybert deja la casa de Elosted y se establece en una ciudad vecina. Thea, que comprende las grandes tentaciones que rodean al individuo en los centros de población numerosa, se cree en el deber de seguir velando por aquel hombre inteligente y digno de mejor suerte. Abandona la casa de su marido en donde por muchos años ha venido fingiendo una afección que no siente. Hedda, una amiga suya quien hace conocer su decisión, le dice que vuelva casa de su legítimo esposo y que olvide lo pasado, recordándole que el mundo está Ιο79 limitados y sedianle de e plagas y ada paso.
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