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X jov de cuy tan siempre dispuesto a hacer comentarios sobre la conducta ajena. Thea, que tiene un valor extraordinario cuando se trata de ir a la acción, excla ma con orgullo: Lo que dice el mundo. Que diga lo que quiera! Hago lo que creo que es mi deber! con su actitud justifica sus palabras; sin importarle lo que dicen quienes la rodean ayuda Eybert vivir honradamente sin buscar los placeres viciosos que estaba habituado. Aquel hombre regenerado comprende la nobleza de Thea y siempre agradece sus buenos consejos diciéndole con cariño: Tú verás y contigo los demás verán que si yo me arrastraba, ahora soy capaz de elevarme porque tu bondad ha sabido purificar mi espíritu.
Ella le inspira el libro que ha publicado y el que está escribiendo.
Sus palabras de aliento constituyen la más preciada de las recompensas que Eybert puede aspirar.
Cuando, después de una fiesta en casa de Brack, en donde la envidia de muchos amigos lo impulsa beber, Exbert pierde el manuscrito de su segundo libro, no se atreve decirselo Thea.
De qué se trata? le pregunta ella, dispuesta saberlo todo y cuando el escritor le miente diciéndole que la roto los originales de su nueva obra le contesta con cariño: Yo puedo ayudarte como lo he hecho hasta loy: podemos continuar juntos nuestra labor.
Thea se resigna comenzar el trabajo y el. por la influencia malsana de una mujer celosa, se suicida. No tiene el valor de afrontar la vida como ella se presenta ni aún el de imitar a la mujer que, a su lado, desafía las contrariedades de la existencia con las hermosas virtudes que sólo las mujeres nobles saben ejercer: el amor, la paciencia y la abnegación.
José FABIO GARNIER nos ella de sad esi de fud ció titu ten cer Scior Doctor Ion Fernándes Ferras Cartago SEÑOR AMIGO: be pír gre yo ות lle ca En la edición de El Voliciero correspondiente al domingo del presente mes, se dirige usted mí, en mi carácter de Director de Páginas Ilustradas y con motivo de la publicación que hice de un trabajo del poeta mejicano Amado Nervo.
Con el respeto y consideración que usted merece, me permito manifestarle que el único pensamiento que tuve en mira al hacer la reproducción dicha, fue el de contribuir en algo, por medio de las columnas de mi humilde revista, la propaganda de la para mí hermosísima idea de que los profesores maestros que hayan pasado la mayor parte de su vida consagrados a la enseñanza de la juventud, reciban una justa recompensa sus desvelos y sacrificios, evitando, por quien corresponda, que el infortunio y el desamparo maltraten esos abnegados padres intelectuales.
Con las mayores muestras de consideración y respeto, me suscribo de usted muy atto. PRÓSPERO CALDERÓN San José, 12 de noviembre de 1905.
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