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O Felices las mujeres que del piano Arrancan las dormidas armonías.
Dichosas, porque tienen en la mano La cuerda misteriosa Que ata los corazones. Sí, felices Porque tienen un arte soberano Esclavo de su noble entendimiento. ahora ¿qué me dices?
El mundo con su arcano Ha cambiado quizás tu pensamiento?
Bajé la vista a vergonzado. Había En mis ojos dos lágrimas, el llanto Presuroso acudía, bañar esa flor de desencanto Que allí sus negros pétalos abría. Ay! no me hables así, por fin la dije, No sabes que me aflige El eco de tu voz desencantada?
Si acaso abandonada Te juzgaste, no fué sino un instante.
El sol de mi pasión no tiene ocaso Porque eres dulce y buena siempre soy de tu bondad amante.
Termine ya tu pena Ahogada en la violencia de mi abrazo.
Si no fuera tu mérito bastante retenerme en el hogar, pensara Que el arte incomparable que manejas Ata mi corazón con fuerte la zo tu sensible corazón, las quejas Que ha poco dabas tu viejo amigo Debes trocar en confidencia grata.
Una vez más, testigo Será de nuestra dicha, ven conmigo Aquí. cerca del piano Que parece sonreir con ufanía. en el silencio de la noche huía La cadencia postrer de una sonata De Méndelson, el dulce y triste hermano De la melancolía.
JOSÉ MARÍA ZELEDÓN 1091

    José María ZeledónViolence
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