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El ambiente se iba refrescando paulatinamente, con la luz del crepúsculo cada vez más intenso, hasta que llegó la noche con el concierto de sus rumores y el cortejo de sus sombras y de sus misterios.
y Después de algunas horas de continuo andar, la marcha de la cuitada Hilda se iba haciendo más penosa. Las tinieblas la envolvían en medio del zarzal, y cada momento aves siniestras azota ban su rostro, al pasar revoloteando. y lanzando graznidos horribles, cuando no trope.
zaban sus pies con alimañas cerdosas que saltaban al compás de sus gritos agudos. De trecho en trecho la sobrecogía de espanto el ahullido del lobo y el lúgubre graznido de las lechuzas. Perros vagabundos y hambrientos que habían abandonado sus rebaños la perseguían cruelmente, y uno de ellos se atrevió hincar en ella los dientes; pero nada la detenía en su vertiginosa marcha hacia la Selva Oscura, cuya silueta lejana alcanzó divisar al fin la pálida luz de la luna que por momentos se veía entre negros nubarrones.
Después de andar toda la noche, ya desfallecida, alcanzó divisar los grandes abetos que limitaban la Selva Oscura, los cuales semejaban las columnas de un grandioso templo. Trepó por la escarpada eminencia que sombreaban las extendidas ramas, cuando sintió que su talisman caía convertido en un pedrusco ordinario, rodando al abismo en cuyo fondo bramaba un torrente. Sobrecogida de espanto, no se detuvo y siguió imperterrita su penosa ascensión.
Por fin llegó un lugar descubierto donde los árboles se extendían en anfiteatro frente a una montaña cubierta de nieve que brillaba a los reflejos del sol naciente.
De pie en medio de una multitud de gentes hara pientas que provocaban asco y que le escuchaban con religiosa atención, el extranjero hablaba. No reconoció a la Princesa del País de las Flores en esa niña que con el traje pobre de los peregrinos le miraba con ternura.
Qué buscas aquí, hija mía, la dijo con dulzura: te has extraviado en el bosque? Pero estas cansada. Ven conmigo. Te daré pan y un lecho de musgo para que descanses.
Ella lo siguió en silencio; pero cuando se alejaron un tanto de la mucliedumbre, cayó de rodillas, y levantando hacia él sus hermosos ojos claros, velados por infinita languidez, prorrumpió. Misterioso extranjero, sed clemente y no desdeñéis la infeliz que implora vuestro cariño. Oidme: por seguiros he sacrificado mi reino, mis riquezas y el talismán que en esta región de vuestros dominios perdió todas sus virtudes. Mis piés manan sangre, y con ella he regado la vía que acabo de recorrer en medio de los horrores de una noche que creía sin fin, desfalleciendo a cada paso de cansancio, de hambre, de sed y de pavor. Héme aquí estenuada, pobre como la más infeliz de las criaturas; pero venía en busca vuestra, os he hallado y de nada me arrepiento.
No anhelo sino serviros de rodillas y aprender de vuestra boca las verdades que predicáis. Seré feliz si me permitís seguir vuestro lado para no abandonaros jamás. Por la noche cuando os reclinéis a descansar, yo velaré meditando en las verdades que brotan vuestros labios.
Vacilante y como ofuscado. el extranjero levantó Hilda con tierna solicitud. Puesto que tú lo quieres, serás de hoy en adelante la adorada compañera de mi vida. Quién sabe? Puede ser que tus encantos triun1126
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