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al ciudad frente al La noche Os rayos as calles mal éxito rar granras monmanecer; seguidos alemán arecía 110 esta clase e el temdecididos En efecto, a. Qué as, iluiejo valle Nos hallábamos 2, 300 metros de elevación, aproximadamente, cuando salió el sol, aclamado por la gritería de las piapias y demás pájaros que bajaban de la montaña buscando su desayuno en las milpas.
Era el de febrero, época en que Flora se halla aún revestida de todas sus galas. Los colibrís, revoloteando sobre las copas de los matorrales, hacen contrastar admirablemente sus brillos metálicos con el tinte suave de las campanillas de color rojo, azul y blanco.
Al llegar a la quebrada de Chicuá (3, 032) desalojamos los pajarillos que tomaban su baño matutino para hacer la orilla de la fuente una taza de café; después de cuatro horas de jornada caballo, todos estábamos dispuestos comer y beber sin cumplimientos.
Hasta las diez de la mañana no llegamos al cráter del volcán. El tiempo estaba agradable, con 17 centígrados de temperatura; más tarde el termómetro marcó 19º. Pero no estaba tan claro en las partes bajas que nos permitiese ver las aguas de ambos mares. Mr. Stephens, que visitó el Irazú en febrero de 1840, dice que pudo reconocer desde un solo punto el Golfo de Nicoya y la Bahía de San Juan del Norte, sin tener siquiera que variar la posición del cuerpo, pues se veían los dos mares en los extremos de un ángulo casi recto.
La cuenca del volcán abraza una circunferencia de tres kilómetros poco más o menos, toda cubierta de escorias y rocas desnudas, que apenas pueden sustentar pequeños arrayanes y algunas otras plantas achaparradas, vestidas veces de colgajos de color blanco amarillento. Digno de verse es el aspecto de estas plantas en la mañana, cuando la luz crepuscular les da la apariencia de árboles cubiertos de nieve o bien semejan corales gigantescos, Desde la cima, 3, 414 metros de elevación, las llanuras de Santa Clara se presentan como un mar tranquilo, situado al pie de una peña de altura colosal, Pocos animales habitan aquellos parajes desiertos: recuerdo haber visto un ratoncito cerca del cráter más hondo; afuera volaban algunos pajarillos, como los Juncos y los Chlorospingus; dos mariposas se agitaban aquí y allá; encontré varios coleópteros que vivían debajo de una piedra.
Como eso de medio día inontamos de nuevo caballo y emprendimos nuestro viaje de regreso Cartago, donde nos esperaban comer.
Después supimos que otros expedicionarios habían vuelto a la ciudad con una costilla rota y sin haber pasado de la región de los robles. Así es todo en este mundo: unos gozan uniformemente y otros sufren siempre contrariedades.
lubes que ie de las viene de Es y saloe olvidan contemlas casas hombres añado de la tierra áfaga de ra vez se ú: prime le Tierra 10 de los le altura, su mayor itos, donA. ALFARO sido estuephens y y cinco Los leones y los tigres corren saltan con la rapidez de un buen caballo al principio de una carrera; pero tienen débiles los pulmones y no resisten mucho tiempo en ejercicio tan pesado.
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