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F sociales, como siguen, una tras otra, las catástrofes de la naturaleza; son algo así como la explosión de los fermentos venenosos que agitan el pe.
cho humano; son crisis saludables, lecciones tremendas que, ya en la vi.
da real en la fantástica novela, deben ser aprovechadas, por el gran sedimento de salvadora filosofía que dejan en el fondo del alma.
En El Primo se nos presenta con toda claridad uno de esos de.
sastres que de cuando en cuando conmueven las sociedades, instruyéndo.
las al propio tiempo en sus deberes, en sus previsiones, en su sanción obligatoria. Allí desfilan los personajes conservando su carácter peculiar desde el principio al fin, lo cual es un gran mérito por cierto: cumpliendo debidamente su papel en la trama; mostrando el proceso de la perdición de una familia, de la honra de una pobre inuchacha, y de la feli.
cidad de un leal enamorado, y el desarrollo de mil infamias varoniless femeniles, que por más lamentables y repelentes no dejan de ser menos humanas y verdaderas.
El libro deja, pues, una impresión honda y un buen acopio de moral y de experiencia en el pensamiento.
Hay que leer El Primo y estimular debidamente al señor Cardona en su tarea de novelista, que bajo tan buenos auspicios comienza. Es preciso que su libro no quede sepultado en el injusto olvido y en la indiferencia que suele usar nuestro público para con estos frutos intelectuales, sino que por el contrario, lo saboree con cuidado y siembre sin de mora la buena semilla que nos trae.
En consecuencia con estas ideas, nada tiene de antojadizo mi deseo de hacer constar al señor Cardona que me ha agradado de modo profundo su novela y que humilde y sinceramente la aplaudo.
GUILLERMO VARGAS hu bi de de de no de pr ро SO ho ng Sa te וז P 11 9 e Tu masa ei RAFAEL OCHOA la с e En los celestes ojos soñadores La abrasadora luz del mediodía; Su voz es un raudal de melodía; Su frente una mañana de esplendores.
Dibuja en su cuerpo los primores Blanca veste de raso y pedrería: Guarda su la bio mieles y ambrosia, arde su tierno corazón de amores.
Cantan, y en el azul vuelan triunfantes Despidiendo magníficas centellas Sus doradas estrofas palpitantes.
Lágrimas vierten sus pupilas bellas, en copas de zafiros y diamantes Bebe el fuego inmortal de las e tras, S 1142 MANUEL REINA

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