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Los Presidentes Franceses en la arices mero. ΕΙ cción guno.
e está cacioespués ue en huperaación OS SUgran. que iz deinque perapoder de Thiers Loubet Siluetas familiares.
Interview de un diplomático Entre nuestros huéspedes ilustres se encuentra un diplomático de quien ya la prensa ha hablado, y que, habiendo sido nombrado Ministro en París en los primeros años de la República, ha podido ver de cerca, en la «intimidad oficial. por decirlo así, a todos los que han precedido en el poder al señor Loubet. Este diplomático es el señor don Crisanto Medina, y, naturalmente, no se presta interviews sobre esta materia, en que la menor frase puede, en labios de un diplomático, parecerse una indiscreción. Pero no importa. El señor Medina, sin recordar tal vez que se encuentra ante un periodista, evoca sus recuerdos en un almuerzo de embajada, y nosotros aprovechamos lo que el dice para formarnos una idea del carácter de los presidentes de la «Troisiéme Republique. El primero fué Thiers. Su vida pública, su elocuencia parlamentaria, su inteligencia maravillosa, el mundo entero las conoce. Lo que nos interesa es saber lo demás, es decir, sus características. Un conservador tan admirable dice el señor Medina que en general los que iban verle con objeto de explicarle algún asunto, acababan por no decir una palabra y por contentarse con oirle entusiasmados»
Este Thiers no hizo, como Presidente, ningún viaje. Las cortes europeas no invitaban en los primeros tiempos Marianne. Pero hizo antes del fin de la guerra, como simple ciudadano, un viaje glorioso entre todos para buscar en vano, jay! en la egoísta Europa una intervención que pusiese fin las exigencias de Bismarck.
Después de Thiers, que encarnaba el alma de la clase media francesa, republicana y lógica, subió al poder un general lleno aún de imperial prestigio, el ilustre Mac Mahon. Entre sus manos, la idea de libertad estuvo un día punto de perecer. El vuelo de las águilas, heridas en Sedán, fué para su cerebro una tentación. El pueblo, entonces como ahora, deseoso de paz, le obligó retirarse. Este dice el señor Medina era en la incimidad lo contrario del anterior. Con una sobriedad militar, no hablaba sino para expresar brevemente sus ideas. Nada de frases ni de elocuencia. Lo que hace ver su carácter, es que entre los jefes de Estado el único que intimó con el fué el Pretidente Grant, de los Estados Unidos. En su tiempo se inauguró la Exposición de 1878. El príncipe de Gales, que hoy es rey, asistió a aquella fiesta, en la cual todos acompañamos bajo una lluvia espantosa entre el lodo, al mandatario francés, que nos hacía ver su patria ya en vía de reparar sus desastres. El tercer presidente, Grevy, tuvo también que marcharse del poder antes de tiempo.
Un pariente suyo, Wilson, le comprometió en asuntos antipopulares.
El señor Medina dice hablando de él. Este hombre encarnaba en grado altísimo el espíritu francés.
Era amable, liberal, ingenioso, conciliador. Su elocuencia no tenía brillantez, pero en cambio era de una clara precisión de matemático. No entusiasmaba; convencía. Era un cerebro más que un alma. Esto explica sus luchas con Gambetta, que sirviendo la misma causa con igual ardor, no pudo nunca entenderse con él. ñora,. el cie hoy de istas ción.
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