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Cual si viniera en busca De algún regazo hermano Donde a pagar su ëco lúgubre y sepulcral.
Era un ave que, herida en mitad del camino Por la muerte traidora en los aires, se vino Con las alas abiertas mis pies expirar. Ay! también los inviernos de la duda maltratan los hombres sensibles, los pesares desatan En las almas, un viento que se forma en el mar De la vida en que luchan, Se desgarran, se matan Los gallardos anhelos y los monstruos del mal; En que soplan las torpes, indomables pasiones marchitan las flores de doradas visiones Que cultivan los hombres con solícito afan ¡Ay, entonces remontan, angustiadas, el vuelo Las parvadas humanas y buscando consuelo De la tierra gimiendo por los ámbitos van.
Unas almas encuentran El calor de otro anhelo Que mitigue sus horas de infinito pesar. otras almas, enfermas de nostalgia incurable, Se desgranan y caen en la tumba insondable á sus tierras nativas no retornan jamás. JOSÉ MARÍA ZELEDÓN Los mineros de la edad media son los antecesores intelectuales de los geó.
logos modernos. Oviedo, el compañero de Colón, en su Historia de las Indias, impresa en 1535, refiriéndose la pureza del oro virgen explica, su manera, el por qué de la ausencia de la plata u otras sustancias metálicas en las pepitas de oro que se encuentran en los ríos y balsas llamadas placeres. La explicación que hoy da la Química sobre ese particular es que tanto las sales en disolución contenidas en las aguas corrientes, como el hidrógeno sulfurado, atacan el metal blanco y lo disuelven, bien lo vuelven tan tostado que se desmorona con facilidad al rodar las masas de oro en el fondo de los ríos al chocar contra las piedras. El lenguaje de Oviedo es anticuado; pero sus ideas son tan modernas como las de un profesor de Química acabado de graduar.
Un escritor francés ha propuesto que se establezca en París un mercado donde se pueda comprar y vender niños recién nacidos. Asegura que esa institución salvará la vida muchísimas criaturas, porque hay muchos malvados que los venderían antes de cometer un infanticidio y muchos matrimonios sin hijos que los comprarían con gusto para adoptarlos.
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    José María Zeledón
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