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Sólo el ángel de la noche que custodia la ardua senda Que los huérfanos recorren, sólo el viento que pasaba En mis oídos rumoreaba Su monótona canción.
Hijos míos, hay dolores en la vida muy intensos, Hay pesares, hay angustias, Hay cabezas siempre mustias Que se abaten hasta el suelo bajo el peso del dolor.
Es preciso que esas penas se aminoren, se consuelen, Es preciso ya que vuelen. Mariposas invisibles del amor los corazones, compartan sus dulzuras, Sus canciones, Sus venturas, Con los pobres corazones que solloza 11, que suspiran En las sombras, deliran Con las tiernas afecciones Que hacen bella, que lacen sana y liacen fuerte la niñez. Cuántas cos Primorosas Os han dado los amigos. los parientes.
Juguetitos relucientes Que iluminan vuestras almas con la lumbre del placer.
Si supiérais cuántos niños desgraciados, cuántos hijos Hay sin padres, que esta noche de infantiles regocijos. Como yo cuando era niñoSin amparo, sin cariño.
Quietecitos.
Muy solitos Gimen, lloran, en el fondo de su oscuro, triste logar.
Hijos míos, esos niños desgraciados os esperan reclaman, angustiados, vuestro abrazo de amistad; Esos niños indigentes. Cuánto dieran Por sentir sobre sus frentes Abatidas, esta noche la caricia maternal!
Vamos, hijos, a llevarles Unas desas varias prendas, Hermosísimas ofrendas Que han colmado vuestros sueños, que han colmado vuestro afán.
Vamos, hijos, decirles. no estáis solos en el mundo, veréis el gozo intenso, el placer grande, profundo Que derrama en sus miserias vuestro acento fraternal.
JOSÉ MARÍA ZELEDON 24 de diciembre de 1905 1174

    José María Zeledón
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