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Este que veis aquí, desea ser un artista.
Con su violín mágico, espera alcanzar no solamente el laurel de la gloria, si no que también el oro, que es el Dios, ante quien hoy dobla la rodilla esta humanidad pigmea y materialista.
La guerra con todos sus horrores es lo que bulle en la imaginación de este gomoso con monóculo. El se ve volver vencedor, y entrar bajo arcos triunfales, recibiendo las sonrisas y el amor de las mujeres. Vanidad de vanidades; pues no piensa en los charcos de sangre, en las pobres viudas, en los niños huérfanos que han quedado trás de él.
Pero la cigüeña nada le importan estas miserias de la vida: ella tan solo quiere llenar de júbilo el alma de sus protegidos, los niños de búcles blondos y ojos azules, los niños de las cabelleras negras, como el ala de los cuervos.
FRANCISCO FONSECA Diciembre 24 de 1905 1180
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