Recuerdos de Noche Buena UNA FIESTA INFANTIL Una culta y distinguida dama de nuestra sociedad cuyo nombre velamos por haberlo ella exigido así de nuestra discreción reparte todos los años juguetes los niños pobres de su vecindario el día de Navidad.
Es una fiesta simpática cuyo encanto tiene todos los aspectos de una fuerte esperanza. Esperanza en la propagación de ese bello y fecundo proceder que habrá de suprimir ¡cuántas de las más negras desventuras de la niñez!
La suerte quiso que presenciáramos la de este año. Conmovedora fue sin duda; al intentar narrarla, parece que solloza, emocionada, nuestra pluma.
La verja que rodea el jardín de la quinta (ah! los detalles me liarán faltar mi palabra) estaba en un largo trecho cuajada de cabecitas que parecían pegadas allí, mirando para adentro con ojos de avidez y de azoramiento. Caras pálidas que se alargaban bajo unos cráneos sucios y mal olorosos. De cuando en cuando un mechón rubio sobre una frentecita blanca, muy blanca. De rato en rato unos ojilios azules de mirada casi triste, con la profundidad del pensamiento. La nota general era ojos pardos en rostros muy morenos por el sol y por la tierra. cuya palidez estaba acusando la falta de higiene antes que la escasez del alimento. Nada otra cosa se mira desde que salimos de los linderos de la ciudad. Caramba con los detalles que me pierden. Llegó por fin la hora. La dama avanzó por la callejuela central del parque que conduce del corredor de la casa la puerta de la verja (horror de los detalles) y al abrir la entrada, la. ola se precipitó bulliciosa y alegre en el jar dín que floreció en ese momento con esas raras y pensativas flores de pobreza y de abandono.
Luego, enfile Vd. esos muchachos! Obra romana que al fin se logró realizar. Uno uno sacaban de una canastilla cigarrillos numerados que unas niñas muy simpáticas les cambiaban por el saquito que correspondía su número, donde estaba escondido el soñado juguete. Salían gozosos y se iban por allá, bajo los árboles de la Sabana (ya se lo llevo 1189