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ZENO NUEVO ko O rot 57 El año que termina y el que comienza! He ahí la sucesión eterna de los tiempos, la marcha de las edades hacia un punto desconocido, siempre distante. Hay la ilusión de que el cambio de un año otro, implica una variación tascendental que afecta aun las más sencillas costumbres y aun los pensamientos más sencillos; se cree generalmente que es forzoso cambiar de vida al principiar los años, como se cambia de vestido, y parece como que un extremecimiento de juventud conmueve los organismos todos, cuando expira el período de tiempo que no es ni un minuto, comparado con la inmensidad de los siglos que han pasado y de los que tienen que pasar.
Hermosa ilusión la que obliga a pensar con seriedad alguna vez a los hombres, y los hace examinar detenidameute los detalles todos de lo que llaman su pasada vida, para terminar en un propósito, noble sin duda, aunque pasajero, que sirve únicamente de revelación sentimientos buenos que en el fondo de la conciencia duermen, al arrullo de la música alegre de esta constante y ridícula fiesta de la vida!
Para nosotros, el comienzo del año sólo es notable por la profundidad del símbolo que representa. El viejo achacoso se tiende la vera del camino, como agobiado por el fardo de sucesos, buenos y malos, que lleva la espalda, y se duerme profundamente sin soñar, porque los viejos no sueñan. con ese sueño pesado imagen de la muerte.
Un joven pasa cerca de él, se detiene un instante, examina el fardo que le sirve de cabecera, compara las buenas con las malas acciones ahí amontonadas, siente lástima grande por las iniquidades y cariño por las obras notables, y sigue su marcha después de saludar al viejo dormido, y de recoger alguna que otra ilusión por ahí esparcida, que coloca en la guirnalda de sueños que adorna su cabeza.
En este saludo, se inclina la juventud rendir el último homenaje la ancianidad vencida, y emprende su jornada hasta caer a su vez rendida en el polvo del camino.
JOSÉ MARÍA ZELEDÓN та bib 156 19 اور do FIEBRE Dile que se vaya, cierra la ventana que no quiero verla; que el frio me hiela: la herida aquella me abrió en el pecho échame la manta, tápame los brazos.
aun la tengo abierta. Qué madre tan buena!
Que de mí se aleje.
Troncha aquellas flores, que no pienso en ella; rompe la maceta: que su acción no olvido, el rencor es malu. que ya que yo muero, no quiero que nadie peor que una fiera. disfrute con ellas.
Dale aquellas flores Madre mi vida, que llevó un día puestas: que no quiero verla!
dale su retrato. rompe la guitarra Echala a la calle, dile que se vayn, que toque su puerta!
dile que 110 vuelva!
Dile que se olvide ¡Dale su retrato. de la tarde aquella ¡El frío me hicla. en que, infiel, la ingrata, fingiéndome amores. Echala la calle. Dale aquellas flores. me gizo mil promesas. Dale mi alma entera!
MIGUEL DE SILES CABRERA 1199

    José María Zeledón
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