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El alma de los colores EL AZUL Yo soy la luz del mundo, quien me siga no caminará entre tinieblas, sino que poseerá la luz de la vida SAN JUAN, VIII. 12 En la paleta del pintor, en el laboratorio del químico, en la tina del tintorero, el verde y el azul están siempre vecinos, tan vecinos que veces se confunden; pero en el alma del hombre esos dos colores hablan lenguaje bien diverso.
El verde vive junto nosotros; lo tocamos y nos acaricia; somos casi hermanos. En cambio el azul siempre está lejos, muy lejos; no se toca, no nos acaricia; y sin embargo, nuestros ojos lo admiran, y si lo amamos es con un amor místico, lumilde, de súbdito soberano, como puede amar lo mortal lo eterno.
El verde cubre con su manto nuestro pequeño planeta, el azul vive sólo en lo inmenso, en lo infinito; inmensidad del mar, infinito del cielo.
El primero es más humano, más palpable, más comprensible, porque aun en el lejano horizonte donde se detiene nuestra mirada, nuestro pensamiento lo acompaña lo largo de la curva del globo y sabe, que como éste, se redondea y con la tierra termina.
El cielo, por lo contrario, desafía 110 sólo nuestros ojos sino nuestro pensamiento, que no lialla término su vuelo. No lo detienen ni las columnas de Hércules de la ignorancia antigua, ni las del diccionario, que, en la palabra infinito, encierra una mofa para la ignorancia pasada, presente y futura. Él azul del cielo continúa liasta límites inconcebibles, y si la ciencia nos dice que más allá de nuestra atmósfera empiezan las tinieblas, nuestro pensamiento se pregunta porqué los otros planetas hermanos de la Tierra y los otros mundos de los millones de astros no han de tener también su manto diáfano de azul.
Cielo y mar se miran de continuo y nunca se tocan, enviándose cada día el eterno saludo de su hermoso color.
No todos los liombres ven el mar y muchos mueren sin haberlo visto: pero cuantos viven en nuestro planeta han visto el cielo. Lo busca el niño apenas abre los ojos la luz; lo busca el viejo moribundo con su postrer mirada. entre la cuna y la tumba ¿quién contará jamás las sonrisas que los seres vivientes dirigen al cielo? Sonrisas de hombres y cantos de aves; centelleo de hojas y estremecimientos de corolas; vibraciones de alas y zumbidos de insectos; palpitaciones todas de la vida que adoran la madre luz, palpitaciones todas que van de abajo arriba y buscan, buscan el infinito azul sin alcanzarlo jamás.
Nadie se ha saciado jamás de contemplar el mar, y de continuo se ven en la playa, sentados en pie, o echados, hombres y mujeres de todas clases, ignorantes instruidos, escépticos y creyentes, viejos y niños, atraídos todos por la misma mágica fascinación, por la fascinación que no es otra cosa que la sed del infinito, que es el misterio de lo infinito, que es el misterio de lo invisible.
Todo lo que se puede pensar y medir es nuestro, y con la posesión se calma el deseo y se acaba la fe; pero en lo invisible y en lo infinito viven eternamente y el ansia humana se pregunta sin tregua desde Adán. Cómo, cuándo, por qué?
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