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Bien se ve, pues, que no sólo los congresos y los principios naturales del Derecho Internacional y los buenos propagandistas del arbitraje obligatorio como Derecho divino de los pueblos, sino que las artes también, en sus excelsas manifestaciones, confabulan contra las guerras.
Los poetas, los artistas comulgan en sus elevadas aspiraciones, en sus lucubraciones altísimas de una fina moralidad, con las ideas de los fil6sofos amantes de la humanidad en el regazo celestial de una confraternidad católica que no admite más luchas que las arduas del pensamiento, que no vierte más sangre, que no hace más mártires héroes guerreros que los sacrificados en cruentas guerras para arrancar la Naturaleza sus secretos, para domeñar las leres universales y doblarlas a sus plantas, como Franklin quebró el rayo en mitad de su exterminadora carrera como Galileo y Servet murieron por la verdad o como el aeronauta es víctima de su audaz ascenso por estudiar las capas superiores de la atmósfera. También los artistas quieren, como lección objetiva, llevar al corazón del homo sapiens el sentimiento contrario al exterminio de la raza de Ada Enero de 1906 LECCION. Papá, papá! decía la tierna Rosa, del jardín volviendo; la jaula que guardaste el otro día no seguirá vacía, porque he logrado el nido que estás viendo Mira que pajaritos tan pintados!
En esa jaula les pondré su nido; prodigaré solícitos cuidados los que aprisionar he conseguido, y les daré, en constantes ocasiones, migas de pan, alpiste y cañamones.
Luego la jaula pintaré por fuera y mandaré que doren su alambrera.
Pero. en qué estás pensando. No me escuchas, papá. Te estoy hablando. Sí, querida hija mía, pensaba, al escuchar esa querella, que en la cárcel me han dicho que hay vacía una celda muy bella. y que te pienso trasladar ella.
Como allí el reglamento es algo fuerte, ni tu mamá ni yo podremos verte; pero te mandaremos cien brocados que aumenten tu hermosura, y haré dorar cerrojos y candados y de bronce pondré la cerradura.
Pero. Cómo. Llorando estás por eso. Ya no lloro, papá; te he comprendido.
Corro llevar al árbol este nido, y. vuelvo por un beso.
CARLOS OSORIO GALLARDO 2265 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregon Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica

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