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Otto Ruppius Origen de la ELEGIA DE ERNST (Traducción del inglés por Ismael Cardona)
Para Páginas estradas Corría el año 1831. En la sala elegantemente amueblada de una mansión Vienesa, dos niños estaban sentados juntos en un sofá, al menos, cualquiera los hubiera tomano por niños al ver sus caras juveniles, en las que ningún pensamiento impuro se había albergado todavía, y porque no demostraban ninguna preocupación por los asuntos del mundo.
Por su desarrollo el joven podría tener 17 años: su fina cabeza reposaba en unos hombros bien torneados y sus ojos estaban encendidos con la emoción provocada evidentemente por lo que en ese momento decía.
La doncella, que contaba seguramente no menos de 15 años, botón comenzando a abrirse, descansaba ambos brazos sobre las rodillas, mientras miraba al muchacho, y seguía las palabras de éste con tal interés que la expresión de su cara era un espejo en donde se reflejaban las ideas de aquél.
La puerta se abrió sin el menor ruido, y un caballero alto penetro en el salón. Los muchachos, entusiasmados, 110 se apercibieron de ello, hasta que el caballero posó su mano en el hombro del adolescente, el cual se volvió y se levantó rápidamente, ruborizándose.
Déjanos un momento solos, niña. dijo el recién llegado su emocionada hija, que también se incorporó ligera, y después de echar una mirada ansiosa los dos que permanecían atrás, se retiró. El caballero invitó al joven ocupar de nuevo su asiento. Qué edad tienes, Wilhelm? comenzó, sentándose al lado de él.
Diez y siete años. fué la respuesta, después de una pequeña pausa. estás enterado de que todavía tienes mucho que aprender antes de obtener ese rango artístico que un hombre puede procurarse, consagrando su vida la carrera musical, y que sería persona de estimación en nuestro círculo? Eres joven de gran talento, Wilhelm; te he permitido frecuentar mi casa con mucho gusto y he observado por mí mismo la ininclinación mutua que os tenéis: yo considero la aristocracia del genio superior a la del nacimiento, y conozco la limpieza de tu alma. Pero dónde te conduciría esto ahora? Tus naturales aptitudes son. sin duda, magníficas para justificar que puedes llegar ser un hombre con quien tendría gusto en casar mi hija; pero todavía, Wilhelm, no eres nada.
Anda, trabaja y estudia; dedica tus mejores energías los años de aprendizaje, lazte el artista que, ennoblecido por su genio, pueda entrar en fila con lo mejor; procúrate un nombre y. luego, vuelve: si tu inclinación juvenil no se ha disipado entonces, mi puerta se abrirá de nuevo para tí y, mientras tanto, yo no persuadiré mi hija que haga otra alianza. estás conforme, Wilhelm?
El joven alzó la cabeza: en sus ojos brillaba ura luz maravillosa.
Con un hondo suspiro puso su mano en otra que se le extendía. Oh! sí, y os doy las gracias, respondió con voz que, aunque aparentaba gran resolución por el tono, no dejó de ser trémula. Bien! pero en este caso debes abandonar la ciudad mañana. Me 1278 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica
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