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que se trataba de una persona que había obrado bajo el impulso de circunstancias tan ocasionales que no se podía asegurar que hubiese en ella instintos ingénitamente criminales, ni era posible considerarla como una peligrosa para la sociedad.
Estos hechos que habían llamado mi atención, llamaron también la de otras personas, entre etras, la de la condesa Cora de Brazza, americana de nacimiento y esposa de un Cónsul italiano. Considerando enorme y monstruosa la sentencia de muerte, puso en juego, además de su influencia personal, tanto valor, energía y actividad, que al fin obtuvo la revisión del proceso. Esta vez pudieron examinarse los hechos y las cosas bajo su verdadero aspecto, fué defendida por abogados americanos de gran valor, acabó por ser absuelta y, en lugar de ser electrocutada, fué puesta en libertad y tuvo el placer de verse devuelta la vida.
Ahora bien équiénes habían tenido razón. los primeros jurados que habían condenado María Barbella o los segundos que la habían absuelto?
Hace algún tiempo tuve ocasión de hablar con la Condesa de Brazza, la verdadera salvadora de María Barbella, que sigue en relaciones con su protegida, y le pedí noticias con gran curiosidad.
Ahora bien, la vida de María Barbella, de aquella mujer que la sentencia pintaba y presentaba como un feroz asesino, después de su absolución, ha sido un ejemplo magnífico de lo completamente inofensivos que son esta especie de criminales excepcionales, que una sola vez en su vida, y bajo el imperio de circunstancias extraordinarias, incurrieron en el delito; demuestra, además, la función útil y altruística que pueden volver desempeñar en el curso de una existencia normal semejantes personas. Esta mujer ha encontrado un marido y trabaja con él en el más completo acuerdo; y 110 es esto sólo, sino que en virtud de una especie de misticismo muy fácil de explicar en persona tan apasionada y que ha pasado por tan terribles pruebas, cree ella que su vida ya no le pertenece, sino que pertenece a los demás, y que el bien que la recibido por obra de la piedad de los liombres debe devolverlo otros hombres en piedad y caridad. No obstante tratarse de una campesina inculta y grosera, ha pensado en organizar, con sus modestos ahorros de costurera, alguna cosa en beneficio de los pobres y especialmente de aquellos cuyas miserias le han dado conocer las circunstancias dolorosas de su propia vida. Todos los días prepara una gran olla de menestra para las mujeres y los hijos de los presos italianos.
Dos años después de su absolución hubo un incendio en una casa inmediata la suya, y supo que una mujer anciana y enferma se hallaba en una habitación, condenada ser presa inevitable de las llamas; entonces, con ese ímpetu característico de las místicas histéricas que se autosugestionan, se lanzó por una escalera gritando. Me han salvado la vida, y yo debo salvar la de los demás! Llegó hasta la enferma y logró ponerla en salvo.
1283 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miquel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica

    Death Sentence
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