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Testamentos extravagantes Hace pocos añosun médico que murió en Escocia legó su cuerpo a los perros y su alma al diablo. Es posible que esto último lo viese realizado, porque el doctor fué sentenciado muerte y ahorcado por asesino. fines del siglo XIX un caballero dejó una gran fortuna una joven cuyo nombre ignoraba. En el testamento hacía constar que le dejaba aquel dinero por la adorable nariz que se poseía la afortunada heredera, añadiendo que, durante los tres últimos años de su vida, había experimentado un placer inexplicable contemplando el artistico órgano nasal.
Al recibir la noticia de la herencia aseguró la joven que desconocía el nombre de su bienhechor, y como no estuviese enterrado aún, rogó los testamentarios que la mostrasen el cadáver. Al verlo, exclamó la muchacha toda sorprendida. Este hombre llevaba tres años persiguiéndome, colmándome de atenciones y enviándome versos dedicados mi nariz! En los paseos le encontraba siempre frente mí, mirándome fijamente a la cara.
Entre los papeles del difunto se encontraron innumerables dibujos y apuntes de la señorita, revueltos con versos en alabanza de sus narices.
Lo más singular del caso as que la heredera, aparte de la nariz, que era bastante pronunciada, no tenía ningún rasgo fisonómico notable.
En el siglo XVIII se hicieron en Francia dos testamentos muy curiosos.
Uno de ellos fué el de un juez que dejó cien mil francos una casa de locos, diciendo. Este dinero lo he ganado merced a las personas que se pasan la vida pleiteando. Al legárselo a los locos no hago más que una restitución.
El otro testamento curioso fué el de cierto Mr. Colomber, que legó 1, 200 francos una señora de Ruán por haberle negado su mano veinte años antes, permitiéndomedecía el testador vivir feliz independiente en mi soltería.
También son muy comunes los legados animales favoritos.
La viuda de un propietario de carrajes y ómnibus dejó 700 pesetas de renta anual para el sostenimiento de la yegua favorita de su difunto marido y 125 pesetas de renta vitalicia un perro de caza.
La yegua tenía una cuadra muy confortable y no hacia ningún trabajo.
Una persona flaca para que no pesase mucho, la montaba cuatro días por semana y la sacaba pasear durante una hora.
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