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San Miguel y el Diablo LEYENDA NORMANDA San Miguel y el Diablo agricultores. Las conferencias entre los dos. El tratado. Gran banquete ofrecido por el santo al Diablo, en que beben los dos cidra y champaña. Triunfo de San Miguel. El Diablo, cojo y estropeado, parte regiones lejanas. San Miguel es el patrón de los normandos.
LA LEYENDA DEL MONTE SAN MIGUEL POR GUY DE MAUPASSANT SO.
De bordo del Cancalo había visto ya, confusamente, ese castillo de hadas edificado en el mar, como una sombra de gris bajo el cielo brumoLo vi también desde Avranches, iluminado por el sol poniente y rodeado de la inmensa bahía, cuyas arenas parecían completamente rojas; sólo la abadía escarpada, colocada allá, lejos de la tierra, como una mansión fantástica, sorprendente como un palacio de sueños, se veía casi negra entre las púrpuras postreras del día.
Hacia allá me dirigí esa mañana al amanecer, través de las arenas, con la mirada fija en esa joya monstruosa, grande como una montaña, cincelada como un camafeo, y vaporosa como una muselina. Mientras más me aproximaba, mayor era mi admiración, porque no puede haber nada en el mundo de más sorprendente y más perfecto. erraba sorprendido, como si hubiera descubierto la morada de un dios, a través de esas salas sostenidas por columnas ligeras pesadas, a través de esos corredores de cornisas calaó das, mirando, con ojos maravillados, hacia esos campanarios que parecen llegar al cielo, y todo ese conjunto increíble de torrecillas, de gárgolas, de encantadores y esbeltos ornamentos, fuego artificial de piedra, encaje de granito, obra maestra de arquitectura colosal y delicada.
Estaba extasiado en su contemplación, cuando un campesino de la Baja Normandía se acercó mí y me contó la historia de la gran querella en tre San Miguel y el Diablo.
Para ponerse al abrigo de las picardías del demonio, su vecino San Miguel construyó por sí mismo, en pleno océano, esa morada digna de un arcángel, y, en efecto, sólo un santo semejante podría crearse una residencia así.
Pero como temiera aún la vecindad del maligno, rodeó su dominio de arenas movedizas, más pérfidas que el mar. El Diablo habitaba una humilde choza en la costa, pero poseía las praderas regadas por el agua salada, las hermosas tierras grasas donde se recogían inmensas cosechas, los ricos valles y las colinas más fecundas de todo el país, mientras que el santo no reinaba más que en las arenas, de suerte que Satán era rico y San Miguel pobre como un descamisado.
Después de algunos años de ayuno, el santo se aburrió de ese estado de cosas y pensó hacer un arreglo con el Diablo; pero la cosa no era fácil, porque Satán le interesaban sus cosechas.
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