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Los baños de mar mi distinguido amigo ROBERTO PAYAN Lo juro, Cándida, lo prometo: si el año entrante voy Puntarenas no me bañaré sino allá en la Punta, al raso, sin testigos importunos que la molesten una con sus miradas atrevidas. Jesús, y cómo he sufrido en aquellos malditos baños! Figúrese Ud. Cándida, que no bien está una metida en el agua, saboreando el delicioso tumbo de las olas que la llevan y la traen Ud. de un lado para otro como frágil barquichuelo, cuando una turba de pollos insípidos y aún de gallos engallinados se va acercando poco a poco, hasta llegar la orilla de la baranda y desde allí. Jesús. la miran Ud. bañarse con el descaro más grande! luego los ve Ud. en risitas y cuchicheos, mirándose los unos los otros y después palabritas que van y vienen de un oído para el otro; vamos, que aquello es inaguantable!
Pero cómo, se bañaban ustedes al desnudo?
No, hija: pero y las formas. Ah. Las formas sociales. Es verdad!
No, Cándida: las formas de nuestros cuerpos. No ve Ud. que el vestido de baño lo lleva una ceñido, pero ceñidísimo al busto y luego las piernas al aire. Pero, vaya una malacrianza, criatura!
Que quiere Ud. así son los vestidos, No; si me refiero a la de los insolentes que iban verlas. Ah. Pero vea Ud. todo sería nada si no fuera que esos mapachines salen en seguida hablando de una. Qué cree Ud. que decían de mí? Vamos, dígalo Ud. con franqueza. No acierto. Pues que mis piernas parecían dos troncos de picar carne! Qué groseros, verdad? de una amiga mía, que era un verdadero pescado por lo huesosa; y de otra, que era corbetas; y de la de más allá, que allí aparecía con menos carnes de las que solía llevar a los paseos del parque Morazán; y que la que estaba agarrada al mecate, era una escurrida.
En fin, hija, la debacle, el acabóse! agregue Ud. todo esto, los gritos estridentes del administrador de los baños, diciéndonos. Segñoras y segñoritas: que ya es la hogra! Tengan la bondad de saligr!
Como si nos fuéramos tragar el agua en tan poco tiempo! pague Ud. para eso una peseta. Pero todo se puede pasar, bija mía, por el sólo gusto de verlos ellos luego bañándose. Jesús, y qué cosas se ven! Diga Ud. que en el Arca de Noe no se vieron las variedades de animales como las que allí aparecen a la hora del baño de los hombres. Los feos, así, montones!
Pero jay! Cándida! entre ellos suelen haber unos tan guapos y atractique dán el opio! parte usted la vista de aquél tan velludo, semee un mono; y de aquél otro tan negro; y de aquél cuyos bigotes er um dos izopos de encalar; y del de más allá, barrigón y feo como aciter, y fíjese Ud. en aquél que nada tan bien, el cual, debido su habilidad de na dador ha sido contratado por «El Noticiero» para dar conocer sus lecciones de «Naderías. Qué simpático es! Vamos, que me gusta per la niño! Luego, mire Ud allá, en el mecate, aquél joven alto, delgado, crespo, de San José, empleado en la Dirección de Obras Públicas. qué bien se sostiene de la cuerda. Si da gusto! Ver Gon1329

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