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Mujeres de Ibsen NORA (Casa de Muñecas 1580)
Para as wat dies Para nosotros, Nora es una excepción demasiado extraña. Aquella mujer valiente que abandona su marido al convencerse de que es in capaz de apreciaria en su verdadero valor, debe parecernos una individualidad rara, rarísima.
Estamos acostumbrados ver en la mujer la sumisión incondicional los caprichos masculinos y es por eso que desconocemos a la gentil noruega.
Aquella Nora que, después de muchos años de vida pasiva, sabe levantar su frente y ver con altivez las contrariedades de la existencia tiene que ser, para nosotros, una verdadera alma femenina del setentrión.
Las frías mujeres del Norte no tienen sentimientos. Eso decimos para disculpar nuestra incapacidad de obrar conforme a las nobles ideas que anidan en las mentes ansiosas de libertad.
El sentimiento es una palabra con la cual se ha querido siempre poner un broche toda discusión. Qué es el sentimiento sin la idea. No es cierto que haya un antagonismo grande entre el sentir y el pensar. Si existe es porque nosotros así lo hemos querido, al desear la imposición de una unidad moral completamente reñida con las ideas y con los sentimientos.
Las mujeres del Norte no son mujeres frías incapaces de sentir: ellas piensan, sienten y obran conforme a la grandiosa concepción que se ha hecho del mundo y de todo lo que en él vejeta.
Nora no debe sernos algo desconocido. Qué cosa es en su casa? En los primeros años fué la muñeca con la cual jugueteaban sus parientes: ella era la distracción de todos; en su cabecita nunca tuvieron sitio las confidencias paternales sobre asuntos serios Su anciano padre la trataba con la delicadeza con que una niña cuidadosa trata su muñeca de porcelana.
En los ocho años que lleva de matrimonio con Torvaldo Helmer ha sentido siempre el mismo ambiente de adoración: era el encanto de la casa al cual no se reconocía capacidad alguna para los asuntos que requieren estudio y observación. Ha sido también una muñeca en casa de su esposo quien llegó hasta prohibirle el comer confites porque se gastaban sus dientecitos!
La pobre muñeca tiene un corazón lleno de nobleza que nadie co noce: en ella alientan las ideas delicadas, los impulsos generosos que, una vez, se manifestaron con todo su encanto cuando, para salvar la salud de su marido, contrajo una deuda considerable.
Guardó el secreto, su marido no debía saber que aquella mujercita adorable, al cousiderar la enfermedad mortal que lo aquejaba, no liabía dudado en echarse sobre los hombros la carga fatigoza de una obligación pecuniaria.
Nora, para pagar los intereses trimestrales, economizaba demasiado en lo que se refería a su persona. Aquel dinero que Helmer le daba para sus niños era un depósito sagrado al que nunca se atrevió tocar.
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