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Volví mi cuarto reanudar la interesante lectura.
Página 1028 revista de noviembre de 1905. La cesión hecha los japoneses de cuantos derechos tenía Rusia en la península de Liaotung, ni es racional ni ajustada derecho, es indudable que las tropas del Japón pueden invocar la ley del conquistador, pero tampoco puede negarse que el imperio ruso.
Esta vez los ayes, los gritos, las lágrimas no eran de Rosita, eran de la otra. sí, eran de Lucía. No cabía duda, tratábase de algo muy serio: en los encuentros formidables de las armas, en el estruendo horroroso de aquellos combates entre rusos y japoneses, se dieron también gritos de victoria, se exhalaron ayes de dolor, se derramaron lágrimas de rabia: en el caso presente no había choque, no retumbaba el cañón, no caían hombres y caballos muertos, hechos pedazos, unos sobre otros.
pero había lágrimas, se oían gritos, se exhalaban ayes! Otra vez tiro el libro y vuelo allá. Qué ocurre, por Dios, qué es esto? Las dos llora ban, las dos tragaban sus lágrimas, las dos se limpiaban la cara con sus lágrimas.
Mi esposa, en medio de ellas, como quien dice en lo más recio de la pelea, tenía puesto en posición horizontal su brazo, tenía extendida su mano: sobre esta mano y ocupando tan solo la palma de ella, no los dedos, veía yo, atónito, deslumbrado. la causa de la ruptura formidable: sí, allí sobre esa mano estaban las dos medias. Mire mire me dijo ella, el motivo de este alboroto y de esas lágrimas.
Capitulo 39 Las dos muñecas les fueron traídas por el niño Dios y ambas les falta ya una bicoca: no tienen piernas.
Nota de Villegas Rusia y Japón pelearon también por las medias de una muñeca, con la diferencia de que en este caso la muñeca ni las medias eran de ninguna de ellas; y en cuanto a piernas, no las tenía la linda bebé porque estaban guardadas en un cajón de la China.
San José, enero de 1906 Las curiosidades de Edison El célebre inventor no conserva como recuerdo de los visitantes notables que recibe, ni retratos, ni autógrafos, sino cilindros fonográficos impresionados vistas kinetoscópicas, de manera que guarda casi vivas en sus colecciones a las personas, puesto que conserva de ellas la voz, la palabra, el movimiento y la expresión y puede volver verlas y hablar con ellas su placer.
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