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Ya lo ves, concluía yo por decirle anoche mi amiga, esa rebeldía de Britta es consoladora. Observa como no acepta cualquier embuste. Ella dijo. No lo veo. no lo veo. es decir, no acepto como material de mi pensamiento lo que no observo, lo que el miedo quiere imponerme. Ahí tienes un ser querido que comienza a tener confianza en su propia razón. Ya es una rebelde y esa rebeldía significa inteligencia. De nuestras observaciones y lecturas hemos sacado siempre la conclusión de que toda inteligencia bien puesta es rebelde. Nunca hemos visto en fila en el montón un solo liombre de sinceridad, y de valer de talento. Escucha, en esas pobres gentes es una pretensión vana la de infundir un sentimiento moral y hasta religioso por el miedo, con la amenaza de seres imaginarios. Semejante educación moral o religiosa no existe, es ilusoria; en el fondo lo que hay es puro miedo, no convicción. Esta le deja el campo la mentira. El miedo es el instrumento más cómodo de todos los impostores para cultivar con éxito las mentiras. no deja de ser penosísimo que el rebaño sea la víctima paciente de esos impostores. Observa como el rebaño busca en el miedo sus divinidades y sus creaciones fantásticas, la sanción moral y religiosa de sus actos, íntimos y públicos.
Cultivando la inteligencia, se acaba con el miedo y la mentira. Britta siente la fuerza de su inteligencia y con ella rechazará las amenazas y los em bustes de todos los impostores que le salgan al encuentro en el tragin de la vida. Arnoldo es más chiquito, pero va por ese mismo camino. Realmente es una lástima que sólo seamos los padres de tres niños. Bien valía la pena que lo fuéramos de muchos más, para dar al mundo un puñado de seres libres. Cuando concluí de hablar, mi amiga y compañera me miró dulcemente con sus grandes ojazos, iluminados entonces por la llama de una comprensión inteligente y cariñosa: estaba de acuerdo conmigo.
JOAQUÍN GARCÍA MONGE.
Día estival Para Páginas Ilustradas Se viste con su bata de luz la Madrugada.
como una dama joven, y va, por entre dalias y rosas, imprimiendo sus húmedas sandalias hacia el helado río que corre en la hondonada y se mueve en el baño.
La Siesta del Estío enciende sus hachones en los ardientes pinos, y olor a trebentina se siente en los caminos que van desde los bosques hasta el cercano río.
En los lomos del silencio cabalgando va la Tarde hacia el sol ya moribundo que descansa sobre el monte; todo el oro de los cielos como un río rueda y arde y parece una bandera que se arrastra al horizonte.
Mientras tanto, de los valles, en los hombros del encanto la Noche se levanta, y Aldebarán le abrocha el manto.
ROBERTO BRENES MESÉN 1374

    Joaquín García MongeRoberto Brenes Mesén
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