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La Pinacoteca boloñesa Para Páginas Testradas Yo dedico estas cuartillas al buen literato mejor amigo José Fabio Garnier Capital y ciudades populosas, pequeñas ciudades y villas, aldehuelas y lugares de esta Italia de bendición, han visto nacer entre sus muros algún artista del pincel del buril, que el genio artístico de estos italianos ha hecho perdurar en Museos Iglesias, en Palacios y calles, con cariño de madre, para solaz y explotación del extranjero. La amabilidad exquisita con que invitan verlo y con que alargan la mano, demandando propinas, produce en nosotros una emoción compleja. Por que nos hace pensar si esto es el lucro del Arte el arte del Lucro. pesar de todo es preciso hacer el tal sacrificio pecuniario si se ha de ser feliz. Es necesario comer mal y hacer economías si quiere uno extasiarse ante la suavidad mística del Giotto del Beato Angélico, llorar de piedad ante el sentimiento del Mantegna del Bellini, vibrar de pasión ante la Gioconda, la Fornarina las Venus del Tiziano y sentir la emoción de lo maravilloso ante la grandeza épica del pincel miguelangelesco.
Por aquellos excelentes tiempos medioevales, por aquellos tiempos paradójicos en los que surgían con las brutalidades antiartísticas de un Savonarola, las emociones, más que humanas de un Leonardo da Vinci de un Raffaello; en aquel tiempo del misticismo franciscano al lado de la corrupción mundana; en aquellas edades en que un papa Borgia envenenaba cardenales y un inquisidor cualquiera tostaba histéricas endemoniadas y torturaba ateos; se oía, se veía, se gustaba, se palpaba y se respiraba el Arte por todas partes. mientras desaparecían lamidas por las lenguas devoradoras del fuego las emanaciones intelectuales de las almas independientes y buenas, solo porque a algún miserable con bigote gatuno, perilla rizada y femenino bonete tripicudo, le pareciesen atentatorias a la religión católica, en la soledad de un convento pintaba Leonardo de Vinci su cenacolo. ó, entre el bullicio de la corte degradada de aquel simpático Alejandro VI deslumbraba Raffaello con su dibujo maravilloso.
toda esta historia de contrasentidos, leemos al pasar por Museos, Pinacotecas y Galerías de cuadros de la nación más artística del mundo.
II Es Bolonia una vieja ciudad más dada las elucubraciones científicas que al manejo del pincel. El tipo medio del boloñés sobrepasa los noventa kilos y muere prosaicamente de apoplejía glotona. Aquí se come con exajeración, y el aderezo mantecoso de los manjares, indigesta demasiado y priva de esa claridad y de esa frescura necesarias para admirar las obras de arte.
Pero no se olvidan, los boloñeses, de que son italianos y resultan artistas su manera. Ellos: de la Paciencia y de la Abnegación; ellas: del Amor y de la Venustidad.
El Domenichino y los Carracci pintaban indudablemente sus cuadros de sangre y de músculos en los horrores de la digestión.
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