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El Cristóbal Colón chino BORDO DEL SIDNEY En esta cosmópolis flotante, entre los egipcios de perfiles de ave de presa y los indios de grandes ojos ojerosos, entre los japoneses cortos de talle y los anamitas femeniles, un personaje singular, suntuoso, grave y enigmático, interesa especialmente. Los oficiales franceses se acercan él con respeto, y los niños, viéndole desde lejos, abren sus bocas deliciosas.
Es un chino.
Pero no es un chino vulgar, un mercader, un banquero, no, ni siquiera un diplomático, sino un sabio chino, un chino doctoral, un chino que si no fuera imponente, sería caricaturesco.
Su túnica negra, cubierta de dibujos áureos, deja descubiertos los pies descalzos. Sus lentes son redondos, como los que, en los retratos de Quevedo, miran con insolencia: pero muchísimo más grandes. Su trenza, en fin, su blanca trenza encanecida por el estudio, es una cola de rata, interminable.
Se llama Ta Yen.
Por la mañana, muy temprano, atraviesa solemnemente los corredores y va refugiarse en un saloncillo algo oscuro de la popa. Un criado le sigue, llevando siempre sobre la cabeza hasta veinte in folios cubiertos de pergamino. el trabajo principia. El sabio estudia.
De vez en cuando, al ver en trar algún curioso, cierra el libro que lee; sonríe, se incorpora, pregunta: COQUETERIA. De dónde es usted? con voz fina y gorjeante, como cantando habla. Todas las lenguas europeas parecen serle familiares. Habla inglés, habla francés, habla italiano, habla portugués, habla español. El español es el que más he estudiado me dijo el primer día que fuí visitarle.
Luego, en buen castellano, me explicó por qué. Porque estoy preparando una obra en la cual hablo de que la América toda fué quizás descubierta no por Cristóbal Colón, sino por un navegante chino, un Colón amarillo, 1386

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