Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
Superficialidad La intelectualidad costarricense ha llegado sin duda adquirir algún brillo, pero es un brillo que viene de la superficie, un brillo que proviene de la forma, labor de filigrana en que se entretienen los escritores, no de las ideas, que, como el oro, se halla en el subsuelo y que sólo se obtiene ahondando, ahondando, labor penosa en que el trabajador ha de poner estudio, esfuerzo, constancia, testarudez, entélement, como dicen los franceses.
Tenemos muchos escritores. decimos mal, porque esa frase no corresponde nuestra idea ni la verdad de las cosas: tenemos muchas gentes que escriben. escritores, muy pocos. en términos tales que el arte de escribir, tan serio, tan respetable, tan difícil, ha llegado a ser entre nosotros algo así como el oficio ruin del trapero. Un mendigo cualquiera de la inteligencia se echa de noche por esas calles de Dios con su garfio indecoroso en la mano, recoge unos cuantos guiñapos, y al siguiente día teje muy campante con esos desperdicios inmundos una gacetilla una correspondencia: he allí un escritor, quien otro tal del oficio, es decir, otro trapero, proclama de ahí poco «estilista. esa situación deplorable ha venido parar en nuestra tierra el oficio de escribir; pero, en todo caso, no nos dirigimos nosotros a hora, líbrenos Dios, los traperos de la pluma, porque no queremos que mañana estos pescadores nocturnos se ceben en nuestras pobres carnes con sus garfios indecorosos: lo que, decir verdad, nos preocuparía grandemente si no fuera que, como los tales no se dan por un real menos, en ningún caso han de creer que a ellos nos referimos; y, fe, que más vale así, porque, de lo contrario, es seguro que lo pasaríamos muy mal. quiénes nos dirigimos entonces? Pues nos dirigimos, ello es claro, a los costarricenses que cultivan las letras con algún talento, los que, en ese noble y agradable ejercicio, han revelado cualidades por las cuales se distinguen de los gacetilleros rainplones, a los que son capaces, si estudian y se esfuerzan, si en ello ponen su amor propio, de producir obras que lleven un contingente, si modesto, a la cultura nacional.
Entre los costarricenses que cultivan las letras, algunos han aportado ya su contribución con esfuerzo que merece alabanza y estímulo. riesgo de omitir algún nombre por esta razón digno de ser anotado, citaremos sólo Fernández Guardia, Brenes Mesén, González Rucavado, García Mongé, a Cardona.
Es, pues, de desearse que el ejemplo de estos costarricenses, jóvenes aún, sea un estímulo vigoroso para los otros conterráneos nuestros que se distinguen como cultivadores de las letras y que tienen facultades y brios para emprender y llevar a cabo obras de largo aliento y no así como se quiera, sino obras que persigan algún fin útil, obras en que el autor no se dedique divagar en el vacío, como un pájaro por los espacios cerúleos. Esa labor es tanto más necesaria cuanto que ella haría contrapeso saludable y honroso la labor de los que con sus lucubraciones sin meollo y sin enjundia están desorientando las inteligencias jóvenes y corrompiendo el gusto. Estudien y laboren nuestros intelectuales de estirpe y no se dejen arrinconar, ivive Dios. por los traperos de la pluma.
Gastón de Silva (De La Prensa Libre)
1402
Este documento no posee notas.