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ANAS CAIFAS El paso es grandioso por demís. Los sentidos surgen, la imaginación se aviva como un sol que va a apagarse, y el pensamiento racional se encorva para dejar campo de elevación a las meditaciones incomprensibles con que la secreta sustancia de los inisteriosos suele unir y pegar en uno lo que es del tiempo y de la muerte, y lo que es del minuto sin fin y de la palpitación sin término. Es decir, que ese gran paso pone en su vigor entero todas las potencias de la forma humana, así como para recoger de sus puntas las flores más hermosas de la sensibilidad, de la idea y del amor. es lo inás extraordinario, que la presencia de este signo trino, urna santa de la libertad, igualdad y fraternidad, no mueve sino lo más grande: porque no es fácil estar con él sino decididamente. no estar con él sino decididamente: el término medio no puede ser sino la negación de la inteligencia y del amor.
Si alguien nos dice. e y la du da? contestaremos que nada hay más hondo ni más mordiente que la duda; con lo cual habremos demostrado que aún allí liay que entornar un tanto los párpados para ver el astro mucho más vivo que el sol que arrastra la mísera tierra.
No hay remedio; Cristo no es posible creerlo, ni negarlo, ni Virgen de la Soledad dudarlo sino grandemente. Hé aquí una de las confesiones grandes de ese Redentor.
La pasión y nuerte de ese judío nazareno incomparable, inspira, en verdad, particulares sentimientos y reflexiones. Grande es Sócrates. habrá quién niegue la aserción? Enseñó la verdad y por la verdad fué vencido de sus enemigos; pero el moralista griego, dijo: no puedo admitir la fuga que se me propone. las leyes del Estado me condenan y debo obedecerlas; luego murió por inclinación a la condena. Cristo se dejó ceñir la corona de juncos marinos, poner en cruz y abrir el costado, por mantener firme el credo que enseña ba; sin dignarse responder a los Caifases ni los Pilatos. Tú lo dices: hé ahí su desdeñosa contestación. La doctrina del héroe estaba por encima de la espantosa muerte; el Estado no era para él sino un accidente mero, un fenómeno, un rayo del tiempo.
Por lo demás no cabe comparación entre el viejo sabio y excelso amante de Aspacia y señor de una esposa abominable, y aquel otro, que era joven, hermoso y cautivador hecho para despertar licencias: Bibliotas Je, sin ACION PRÉSTAMO. Biblioteca jeungen er, otra

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