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Dos tiranos juzgaron de tu suerte: amor, contra el honor, te dió la vida: honor, contra el amor, te dió la muerte.
El autor de esta traducción castellana fué José María Gutiérrez, hermano menor del Dr. Frutos Joaquín Gutiérrez, literato, sabio jurisconsulto y mártir de la independencia de Colombia. Ambos nacieron en la ciudad de Cúcuta y recibieron una esmerada educación, como convenía miembros de una familia distinguida del entonces Vireinato de la Nueva Granada.
José María, fué en sus comienzos el reverso de su ilustre hermano, pues su desaplicación unía un trato insufrible, debido a la irascibilidad y rebeldía de su carácter, por lo que desde los bancos del colegio fué llamado el fogoso. Pasó por un mal estudiante en el primer año de filosofía, dice un biógrafo amigo y compañero suyo; y no sé quien perdió más el tiempo, si él en no aprender sutilezas de una mala lógica, los demás con cargar la memoria de esa jerga escolástica que llamábamos con orgullo arte de pensar. El plan de estudios se mejoró, y el primer ensayo de Gutiérrez fue un acto público de aritmética, tan bien sostenido, que no sólo supo resolver y demostrar los más dificultosos problemas, más aún, inventar un método más simple para la extracción de las raíces, el cual fué apreciado por el sabio Mutis Gutiérrez fué recibido por la Audiencia en el número de los abogados, y el Virey Mendinueta le confió luego la misión de poner en planta el Colegio universitario que se había erigido por cédula real en la ciudad de Mompós, encargo que cumplió satisfactoriamente, y que hubiera seguido fomentando con brillantez, si no hubiese estallado la guerra de la independencia, por lo que acogió la carrera de las armas, empleándose como ingeniero militar. satisfaciendo así a la vez su amor a la gloria, sus obligaciones con la patria y el gusto habitual por las ciencias exactas que cultivaba desde el colegio.
Alcanzó el grado de coronel al lado de tantos otros jóvenes de relevante mérito, y levantó cartas topográficas y planos de fortificación, durante la campaña.
He aquí el retrato que de él hizo uno de sus condiscípulos y después constante compañero en la agitada vida de los dos: un joven de figura noble, de aire marcial, ojos brillantes que descubren el fuego de su espíritu, talento extraordinario y observador, rasgos de un gran carácter, valor de momentos, mucha constancia en el trabajo, luces generales, estilo lleno de fuego y brillantez, imaginación desarreglada y juicio para reprimirla: mucho amor la vida; pero grandes sentimientos de honor: pasiones exaltadas, pero aún más exaltado patriotismo.
Cuando en 1816 el joven Presidente de la naciente república, Gral.
Custodio García Rovira cayó romanescamente en la Cuchilla del Tambo, 1435
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