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Pago los buenos!
De La Prense Padre Con muy pocos días de intervalo han emprendido viaje al país de la eternidad Juan Manuel Madriz, primero, y luego José Blas Quesada. Eran dos de los contados representantes de aquella edad de oro de Costa Rica que dió nuestro pueblo el renombre de valeroso, honrado y trabajador. Ambos soldados de la Campaña Nacional de 1856 y 1857, se distinguieron más aun por sus virtudes privadas, por su inmaculada hombría de bien, por su lealtad nunca desmentida, por su moralidad austera, por su amor la justicia, por su patriotismo, con hechos demostrado, y por sus nobles y elevados senу San José Vista en el Parque de Morazán Fot. An. Céspedes timientos. Reliquias de tiempos mejores en que la atmósfera social era sana, vigorizante y pura, Madriz y Quesada se van porque aquellos tiempos se fueron también.
Esos ancianos venerables echaban de menos las costumbres sencillas, los rectos procederes, la honorabilidad acrisolada, la legalidad sin argucias, todo el ambiente de virtud y trabajo que respiraron y que les dió vida tranquila y dichosa allá en la época primaveral de nuestra Historia.
Era, entonces, el reinado de la probidad y de la buena fe, del respeto mutuo, de la verdad y del bien. Severa consigo misma, la sociedad, lo era y podía serlo con cada uno de sus miembros: su sanción, por eso, era más temida aún que la de las leyes y las autoridades, que puede eludirse con habili1441
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