Guardar

del bien. mientras trabaja tal vez en vano, habla, es decir, escribe, hace libros para poner en duda o negar la certeza bondad de lo adquirido divulgarlo. allá van más libros repitiendo lo mismo; y siguen otros que los imitan desfigurándolos. Parece prurito irresistible el de escribir, el de querer enseñar los demás, el de hacerse consejero maestros y sobre todo el de pretender por el libro volverse célebre. Afanosamente se busca el camino para llegar esa altura: frase hecha con esmero de florista, pensamiento hijo de parto largo y trabajoso: una negación contra el común sentir: una afirmación gratuita pero peregrina; tal teoría antigua retocada amplificada; tal procedimiento renovado sustituído por otro que no es superior. sen fin se llega hasta la autobiografía. Cómo no han de quedar en años y siglos futuros, olvidadas, en y polvo convertidas tantas obras fútiles, sosas, que inundan el mundo?
Pocos, inuy pocos son los libros que llevan el sello de la originalidad que los hace apreciables en todos los tiempos. Estos son los sobrevivientes del naufragio de que nos habla Loliée.
Estos sobrevivientes son los que seguirán viviendo en la biblioteca del sabio y del literato. Allí se estarán como verdaderos amigos del hombre que quiera visitarlos. Allí, mudos, silenciosos, cuando cerrados.
liablarán ya abiertos con palabras que harán germinar en los cerebros otros libros, alguno de los cuales será reconocido como digno hijo suyo.
IV Pero se dice que el libro se va, que el libro se muere. Lo están matando, mejor dicho, dos grandes enemigos: el imponderable exceso de su producción que por lo malo lo desvirtúa y por lo desvirtuado lo hace fastidioso y hasta despreciable, y el diario y la revista que dan literatura barata y sobre todo breve y variada consultando nuestro tiempo y nuestro gusto.
Concedido: el hombre de negocios, aquel cuyo tiempo de reposo está muy restringido, no leerá el libro, ni hace mucha falta. Quien se necesita que lo lea es el hombre estudioso, el que escribe el periódico y la revista, el que puede hacer un libro.
Tenemos fe en que el libro vivirá con la humanidad; porque ni aun admitimos la existencia de esos enemigos. El exceso de producciones hace daño al mal libro: el bueno queda incólume: la moneda falsa lejos de dañar la buena la hace más apreciada y codiciada. El diario y la revista, en lo que tienen de científico y de literario, viven del libro; son hijos suyos. Nadie puede escribir sobre ciencia o literatura si no ha leído los libros quienes con tanta justicia llamaba Cicerón, amigos, maestros, entretenimiento de la vejez, consuelo en la adversidad.
MODESTO BARRIOS San Salvador. MATILDE SERAO se prepara a escribir un drama y una novela que tendrán el mismo titulo: Después del Perdón.
El tema es diferente, pero la moral es la misma en ambas obras. La autora se propone demostrar que el perdón, bien se trate de faltas cometidas por el hombre por la mujer, no existe sino cuando va acompañado del olvido. De ese perdón cristiano sólo son capaces las almas nobles y heróicas.
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