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trara allí María la llamé en altas voces. Nadie me contestó y presuroso, bajé corriendo la escalera y pregunté la portera si la había visto salir.
Contestóme que hacía media hora que estaba lavando las gradas de la puerta, y que durante ese tiempo no había entrado ni salido persona alguna.
Como la casa no tenía otra salida la calle, era natural suponer que María hubiese subido los pisos superiores. Así, pues, subí nuevamente, y de piso en piso, de puerta en puerta pregunté por mi amada.
Nadie la había visto.
Todos los vecinos de la casa se pusieron en movimiento y se procedió un registro minucioso que no dio ningún resultado. Intervino la autoridad y nada se pudo sacar en limpio. María había desaparecido como tragada por la tierra.
Loco de dor, no quise separarme de la casa de mi amada ni de su pobre madre que había perdido el conocimiento. Pasé allí oclio días mortales asistiendo a aquella pobre inválida que no llegó recuperar el seutido y expiró sin hablar una sola palabra. nunca se descubrió el paradero de María. Nunca. De esto hace boy cuatro años y pesar de las múltiples investigaciones de la autoridad y de mis pezquizas, no pudimos saber qué había sido de ella. Es un misterio inexplicable. ¿qué dicen las autoridades?
Hacen mil suposiciones, pero tan pobres de fundamento que no pueden tomarse en serio. No había tenido María otro novio antes de Ud?
No, yo era su primer amor y eso me consta no sólo por lo que ella me decía, sino por sus vecinos y por su propia madre. Era una muchacha que no tenía historia. No quedó ningún rastro de su desaparición?
Lo único que se encontró fué, cerca de la puerta, por el lado de adentro, un lazo de cinta rosaria engarzado en un gancho de cabeza y que pocos momentos antes lucía María.
Es una estraña historia. Sí, muy estraña. sin un comentario más, sin despeairse siquiera de mí, levantóse Roberto Alonzo, sumido en profunda melancolía y se retiró.
No le volví ver durante muchos meses, lasta que la mañana en que me paseaba por el Parque Monceau se me apareció de improviso y enlazándome con su brazo me dijo. Tiene Ud. tiempo para oir el fual de mi historia. Ha descubierto Ud. alguna cosa. Sí, ya tengo la clave del misterio, pero es tan extraordinario, que talvez no va Ud. creerlo.
Para mí no existe lo extraordinario. Puede Ud. sin temor referirme lo que haya descubierto, que le creeré cuanto Ud. me diga.
Entonces, venga Ud. conmigo mi casa, a la casa de ella, donde ocurrieron los hechos que le referí.
Tomamos el tranvía y después de un viaje silencioso llegamos a Auteuil Llamó mi atención el aspecto de la casa de mi amigo. Era un edificio vetusto, cuyas puertas y ventanas acusa ban, por su estilo, un origen antiquísimo. La escalera era amplia y tendida y, cosa rara, de piedra de granito lo mismo que la baranda que era un verdadero primor por su calado.
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