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Llegamos al entresuelo, y antes de penetrar en las habitaciones: Nada ha variado aquí, observó Alonzo. Todo se encuentra en el mismo estado y los muebles y enseres no han sido movidos de su lugar.
Entramos y nos sentamos en el comedor. Alonzo destapó una botella de vino y sirvió en dos copas. Luego que hubimos bebido empezó sui relato: Desde la desaparición de María y la muerte de su madre no quise separarme de esta casa que para iní tenía recuerdos tan terriblemente dolorosos. Aquí he vivido desde esa época y día por día, noche por noche he tratado de investigar el misterio de la desaparición de mi amada.
Tan hondamente tenía grabada en mi imaginación la última escena, que con solo cerrar los ojos, la veía reproducirse con una verdad aterradora.
Como Ud. sabe, soy médico, muchas veces me dí pensar si esa obsesión no sería ya una enfermedad mental en mí. Pero ningún síntoma de alienación encontré en ello.
Hace pocas noches fumaba yo tranquilamente en este mismo sillón en que estoy sentado, cuando me pareció oir que se abría la puerta que está al frente de Ud. Como la del pasillo estaba cerrada, ine estraño aquello y me volví un poco para ver si no me engañaba. No puede Ud.
imaginarse cuál sería mi turbación y asombro por no decir miedo, al ver en el marco de la puerta María! Sí, era ella misma, con el mismo traje rosado que llevaba puesto el último día que nos vimos, con su mirada y sonrisa que recordaba yo tan bien.
Traté de incorporarme, pero mis nervios, tendidos al extremo de romperse, me lo impidieron. María. exclamé María!
No me contestó, y caminando lentamente, mejor dicho, deslizándose sin ruido, como deben caminar las sombras, cruzó la estancia, abrió ese secreter que está su derecha y sacó del fondo de una gavetilla el lazo con el gancho que se hall6 cerca de la puerta el día de su desaparición, y salió, cerrando la puerta, antes de que yo hubiera vuelto de mi estupor. Cuando recobré el uso de mis miembros paralizados, creí haber sido juguete de una alucinación producida por la reconcentración de mi pensamento y pensé que si aquello continuaba podría producirme la locura ¿Y el lazo?
Espere Ud. Cuando para convencerme fuí al secreter y lo abrí, había desaparecido el lazo con el gancho. Es extraordinario. Sí, pero allí no termina mi experiencia. Desde entonces, todas las noches, idéntica lora, las siete de la noche, la misma en que ella desapareció, viene María, abre la puerta y con el mismo paso, penetra en la estancia, se mira al espejo y vuelve a salir.
Como yo mirara con insistencia mi amigo, éste continuo. Sí, Üd. cree que estoy loco. lo comprendo, yo también lo creería en su lugar, pero no es así. Mire Ud. son las siete menos cinco minutos. Cuando el cloj de las horas podrá Ud. comprobar por sí mismo la verdad de mis palabras, Desde ese instante un silencio sepulcral reinó en aquella estancia.
Yo estaba conmovido y esperaba algo. que no sabía cómo calificar.
Empezó el reloj sonar las siete, y la puerta se abrió silenciosamente. Penetró en la estancia una joven que se deslizaba por el piso 1470
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