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provisador. No se conserva más obra suya que El Zagal de Bogatá, que fué representado con mucho aplauso en el teatro de Bogotá la noche del de febrero de 1806. Este soliloquio trágico es de mediano mérito, y no puede tener otro interés que el de ser uno de los ensayos primeros de la Melpomene granadina.
En 1813 se hallaba en la campaña del Sur, como oficial del ejército del General Antonio Nariño, su maestro literario y compañero de tertulia y de quien era ciego admirador. Después de la dispersión del ejército en los ejidos de Pasto, fué uno de los que más contribuyeron salvar sus restos, y llegando Popayán continuó sus servicios como militar hasta la ocupación de todo el territorio granadino por las tropas de Morillo y Sámano en 1816.
Quiso entonces emigrar para los Andaquíes; pero cayó en manos de los españoles y fué conducido Bogotá con otros compañeros. Durante la penosa marcha dijéronle al oficial de la escolta que Montalvo era improvisador, y aquél, por entretener el fastidio del viaje, lo llamó y le dijo: Vamos, insurgente; hazme una quintilla con pie forzado, y te doy.
un patacón. Veamos el pie forzado!
Entonces el oficial por ver cómo salía del apuro el prisionero le dió este pie: Viva el sétimo Fernando Con su fiel y leal nación Pero es con la condición De que en mí no tenga mando, venga ese patacón, concluyó Montalvo, alargando la mano para recibir la moneda, que le sirvió para comer aquella noche.
En Santafé comparerió ante el Consejo permanente de guerra presidido por el Coronel Casano. Oída la acusación, empezó Montalvo su defensa, y la fundó en documentos españoles. Leyó el manifiesto de la Junta de Sevilla, sea el Consejo de Regencia, que dice: desde este momento, españoles americanos, os veis elevados a la dignidad de hombres libres, no sois los mismos que antes, encorvados bajo un yugo mucho más duro mientras más distantes estábais del centro del poder. Eso no viene al caso. interrumpió Casano.
Os miraban con indiferencia, vejados por la codicia y destruídos por la ignorancia. Eso no viene al caso. volvió a interrumpir Casano. Vuestros destinos no dependen ya ni de los ministros ni de los vireyes; están en vuestras manos.
Eso no viene al caso! dijo el mismo Casano. Lo que no viene al caso, contestó Montalvo, es haber dado esa proclama para enviar luego ustedes. Una de las dos cosas está de más.
Casano lo hizo callar, y al retirarse el preso, le dijo airado. Advierta Ud, que ha faltado al Consejo!
Pues entonces, échenle otra bala al fusil, contestó en tono zumbón el doctor Montalvo.
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