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de estrepitosamente a los Quinteros, los actores, D. Quijote, la raza.
Los hermanos Quinteros son dos jóvenes andaluces que comenzaron por escribir El Patio y luego El Estreno, dos divertidísimas zarzuelas muy aplaudidas. Empujando más y estimulados por el aplauso escribieron Los Galeotes, que les valió un triunfo señalado y ruidoso. Comedia de pura cepa española, preciosa joya del Teatro actual, decían de ella Menéndez Pelayo, Octavio Picón y todos los que en Madrid tienen autoridad para juzgar en asuntos de arte. La celebridad adquirida por los Quinteros la noche del estreno, fué semejante la de Hartzenbuch con Los Amantes de Teruel juzgar por lo que escribió entonces Larra y por lo que ahora dijo la prensa, por lo que nosotros vimos y por lo que oíamos en círculos literarios de competencia indiscutible.
Quizá no sea cierto lo que me refirieron, pero lo cuento como dato curioso. Pocos días después del estreno de la comedia y cuando el nombre de los Quinteros se liabía liechio célebre, hablando con un andaluz sobre el hecho de que se reprodujera en España el caso de los Goncourt en Francia, me dijo: Con la diferencia de que aquí los hermanos son tres.
Pero no figuran sino dos, le observé yo.
Es cierto: pero en Sevilla tienen una hermana que colabora y que es tan inteligente como ellos, aunque no figure en el cartel.
En el Teatro Español las obras del repertorio clásico y las de Pérez Galdós y Echegaray, tienen como intérpretes Díaz de Mendoza y María Guerrero. La historia de Díaz de Mendoza, aunque inuy conocida, es digna de repetirse. Miembro de la nobleza, se ensayó en teatros privados de la high life como entretenimiento de caballero rico y culto.
Venido menos en bienes de fortuna, buscó en el Teatro modo de ganarse la vida, porque si la bolsa había quedado vacía, el orgullo del nombre y la dignidad personal quedaron intactos. No era un Mendoza para encanallarse ni para cubrir con la capa lujosa el vestido roto, ni para mendigar la sopa en nombre de sus antepasados. Luchó, y ya que los tiempos no eran para probar fortuna sitiando Granada cruzando los mares en frágiles cara belas hacia las Indias, buscó en el Arte su puesto y en María Guerrero su usa. Díaz de Mendoza es considerado hoy como el primer actor español. La impresión que queda en el ánimo después de oírlo en el Desdén por el Desdén de Moreto, en El Gran Galeoto en Don Juan Tenorio, no es sin duda como la que experimentábamos años atrás después de oír Salvini. El trágico italiano era un Otelo tremendo, incomparable, sin duda, pero no solamente moría Desdémona en la escena, sino también el espectador, incapaz de resistir aquella explosión de vida sin igual, aquel arte terrible, supremo, que descoyuntaba los miembros. Díaz de Mendoza, más natural, más humano, impresiona hondamente, pero no mata, Quedan fuerzas para aplaudirlo y espíritu para admirarlo.
María Guerrero es una gloria española. Creo que fué Max Nordau quien dijo, con mucha verdad, que Sara Bernhardt y la Duse eran actrices patológicas y María Guerrero una artista fisiológica. El timbre de la voz, aquel español vibrante, limpio y sonoro como las cuerdas del violín de Sarazate, van invadiendo el organismo de infinita dulzura. luego que ha terminado la comedia, os sentiréis poseídos de grata alucina1519
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