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cia la familia real, y en donde las damas de la nobleza se dan cita para lucir unas su hermosura. sus lujosos trajes, otras.
En Eslava, en el Teatro de la Zarzuela, en el Moderno, en Apolo, en Romea. en el Cómico, actúan Compañías magníficas de Zarzuela.
Son teatros muy frecuentados, teatros alegres, de pasatiempo y de risa, para descanso del espíritu y regocijo del pueblo que encuentra allí el chiste y la gracia de su medio. los pocos días de estar en Madrid, y por curiosidad más que por estudio entré una noche, al pasar por la Calle de Capellanes, al Teatro Cómico. El teatrico me pareció algo obscuro y revuelto, pero el lleno era completo. En el cartel figuraba como primera actriz Loreto Prado. Cuando salió ésta las tablas, el público aplaudió y yo creí que iba a perder mi rato. No era para esperar otra cosa al ver que la primera actriz era pequeña, flaca, de poca voz, y fea. Pero de tal manera se fué transformando esta mujer singular, que poco me tenía seducido por la gracia, por la elegancia, por algo raro y soberana mente atractivo que me hizo comprender que, sin esperarlo, me encontraba en presencia de una artista, de una verdadera artista. de zarzuela, es verdad, pero insigne en su clase.
Cuando refería mis amigos lo que me había ocurrido, me decían sonriéndose. Pero si la Loreto es de lo mejor que tenemos aquí. Esa es la pura canela fina. Hay en España algunos que no transigen con el género chico y hasta lo maldicen. Error. En teatro como en pintura y música, el criterio más justo es el que un filósofo, que no hay para que nombrar, tenía sobre la necesidad de los malos escritores. Hay necesidad de que existan malos escritores, pues ellos responden al gusto de las edades no desarrolladas; éstas tienen también sus necesidades como las que han llegado a su madurez completa.
EDUARDO ZULETA (La Miscelanea. Medellin)
todo EVOCACION Yo la llamé del hondo misterio del pasado, donde es sombra entre sombras, vestigio entre vestigios, fantasma entre fantasmas. vino mi desparramando razas y atropellando siglos!
Atónitas, las leyes del tiempo la cenían, el alma de las tumbas, con fúnebre alarido, gritábale: detentel. Las épocas asían; con garfios invisibles, su brial descolorido.
Mas Suelta la roja cabellera, la roja cabellera que olía eternidad, aquella reina extraña, vestida de quimera, corría desolada tras de mi voluntad.
Cuando llegó mi lado, le dije de esta suerte. Recuerdas tu promesa del año mil. Advierte que soy tan sólo sombra. Lo sé. Que estaba loca. Me prometiste un beso. Lo congeló la muerte. Las reinas no perjuran. y me beso en la boca.
AMADO NERVO.

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