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hallan de poco valor lo puramente terreno y transitorio y quieren arrancar la eternidad del tiempo, algo que no perezca. Qué de conquistas se deben la gloria! Por el afán de conseguirla, por alcanzar ese humo qne va tan arriba como el incienso en el altar divino, la virtud excelsa suele hospedarse en el mundo; el ingenio agota sus recursos para dotar de prodigios los hombres; sucumben mártires por la verdad; se doman las fuerzas de la Naturaleza y se aprovechan; se da a los espíritus el deleite más exquisito. De los amantes de la gloria pueden esperarse las venturas de la tierra. Los pueblos que la desean vivamente están llamados grandes cosas. Pero para alcanzarla hay que poseer y cuajar sublimes ideales.
Así lo han comprendido los mejores hombres y los pueblos principales de la tierra. ahora pregunto ¿cuál es el ideal sublime de nuestra patria. cuál es el derrotero que nos indica con la palma del martirio sin ella, la cumbre de la gloria. En dónde se inculca en el costarricense un sentimiento nobilísimo de la misión que le cabe cumplir su paso por el mundo? es que somos harto infelices, como esas razas miserables que vegetan solamente y que muy en breve desaparecerán sin que siquiera quede úno trashumante para que diga al que pregunte por los costarricenses: los hombres de ese pueblo fueron?
Un memorial de Quevedo Don Francisco de Quevedo, hijo de sus obras y padrastro de las agey nas, dice: Que habiendo venido a su noticia las constituciones del cabildo del regodeo, como cofrade que ha sido y es de la carcajada y risa, atento que es hombre de bien, nacido para mal, hijo de algo para ser hombre de muchas fuerzas y otras tantas faquezas; puesto en tal estado, que de no comer en alguno, se cae del suyo de hambre; persona que si se hubiera echado dormir, no le faltaran mantas con la buena fama que tiene; que ha echado muchas veces y en varias ocasiones el pecho el agua, por no tener vino; que es rico y tiene muchos juros, de por vida de Dios, señor del Valle de lágrimas; que ha tenido y tiene, así en la corte como fuera de ella, muy grandes cargos de conciencia; dando de todos muy buenas cuentas, pero no rezándolas; ordenado de corona, pero no de vida; que es de buen entendimiento, pero no buena memoria; que es corto de vista, como de ventura; hombre dado al diablo, y prestado al mundo y encomendado la carne; rasgado de ojos y de conciencia, negro de cabellos y de dicha, largo de frente y de razones, quebrado de color y de piernas; blanco de cara y de todo, falto de pies y de juicio, mozo amostachado y diestro en jugar las armas, los naipes y otros juegos; y poeta sobre todo, hablando con perdón, descompuesto, componedor de coplas, señalado de mano de Dios. Por todo lo cual, y atento sus buenos deseos, pide vuestras mercedes (pudiéndolo hacer la puerta de una iglesia, por cojo) le admitan en la dicha cofradía del Placer, dándole en ella alguna plaza muerta, aunque sea de hambre; que en ello recibirá merced.
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