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Cuento LOS GUANTES COLOR LILA Multitud de gente agolpábase la puerta de una casa de la calle de Alcalá.
Un individuo había sido atropellado por un automóvil que iba en veloz carrera.
El sujeto atropellado había sufrido tan grandes contusiones, que habiendo perdidlo el conocimiento, fue conducid, por dos agentes de orden público aquel portal hasta que en un coche simón le trasladaron una Casa de Socorro Después de la primera cura fué llevado a su domicilio, según varias tarjetas que se le encontraron en uno de los bolsillos de su gabán; pues el herido apenas si articulaba palabra.
Entre las tarjetas y diversos papeles, hallábanse también unos guantes, que por su forma y tamaño, pues que tenían cuatro botones, debían ser de señora.
Pasaron algunos dias, y como Carlus se encontrara ya mejor, comenzó eonor leer los periódicos por ver como referían el incidente ocurrido a su marido.
Cuando leyó que le fueron encontrados unos guantes, no pud) seguir. Los celos le hacían suponer que su marido compartía con otra mujer el cariño que ella sola le correspondis. Ciega de cólera concibió la idea de venganza. Para ello, era menester que Carlos no sospechase que conocía su infidelidad, y revistién lose de paciencia, guardó aquellos guantes por si algún dia pudieran servirles de prueba.
suceso.
Una tarde que el enfermo se levantaba ya, fué sentarse al lado de su esposa.
Esta, con la astucia propia de las mujeres, procuró que la conversación recayera sobre el accidente ocurrido a su marido, y le estimuló que leyese en los periódico tan fatal Carlos leía.
Leonor temblaba de ira la vez que celebraba la ocasión de bablar con su marido de un asunto que tanto le mortificaba, pues si bien habia concebido la idea de venganza, no la había realizado porque amaba lo bastante su esposo para serle infiel.
Carlos, al leer el relato de los guantes que le fueron encontrados en su gabán, quedóse pensativo, y no recordando la causa de ello, creyó que tenia su cabeza trastornada, efecto del estado débil en que se hallalva.
Leonor, entre tanto, le contemplaba con asombro, pues no comprendia tanta tranquilidad cuando para ella había llegado el momento de que su marido se declarase culpable.
Pasó un rato en silencio, hasta que éste prorrumpió. Qué es esto, Leonor, deliro yo, es que mi vista me engaña. Porque no re.
cuerdo. Cómo es es que no lo recuerdas ¡bribón! cuando ahí tienes la prueba. arrojó la cara de su esposo aquellos guantes que tantos días había guardado.
Absorto quedóse al pronto Carlos, y después de darles vueltas entre sus manos, prorrumpió en fuertes carcajadas. Ven aquí dijo a su mujer que ciega de celos se resistía obededecerle. Ven, que ahora te explicaré la historia de estos guantes, que afortunadamente he recordado, pues de no ser así, hubiera sido causa de un gran disgusto. Te acuerdas prosiguió que una tarde, de vuelta de paseo, al entrar en una confitería, cerca casa por cierto, te quitaste los guantes para darle un dolce Arturito que se empeñaba en mancharse el traje que había estrenado precisamente aquel día?
que yo yo me acordase de dartelos despuelos guardé, sin que tú me los pidieras al llegar casa, ni Leonor examinándolos, vió que en efecto eran suyos, pues en el fondo hallábanse escritas sus iniciales, costumbre que ella tenia en todos los que compraba; y, recobrando su tranquilidad, loca de alegria, estampó un beso en la pálida mejilla de Carlos.
Este hizo lo propio, y aquellos besos fueron los primeros que se habían dado desde el dia del fatal accidente. ya de me CABEZAS MORIEL.
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