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SRA. VOCK. Qué dices? Nunca he pensado hacer semejante cosa, nadie he arrojado de tu casa.
JUAN (moviéndose por la escena. Mamá, mientes.
SRA. Vock. tienes valor para decir eso tu madre?
JUAN. Lo puedo decir cuando es cierto. La señorita Ana se está alistando para irse.
SRA. Vock. te ha dicho que yo la haya arrojado. JUAN. No había necesidad. Yo lo he comprendido. Parte. y eso es suficiente. dale, dale, dale, al fin habéis alcanzado lo que deseábais. Pero, yo te lo advierto: me coloco enmedio de la puerta, tomo un revólver (coge uno de la biblioteca. Lo apoyo en mi frente, así y si ella parte. os lo juro disparo.
SRA. Vock. asustada, quiere sujetarle el brazo; con angustia. Juan deja de jugar con esas armas.
JUAN. Te lo juro. doy mi palabra de honor.
SRA. Vock. llama. Papá. Papá. Ven acá pronto. el viejo Vockerat viene presuroso del dormitorio. JUAN (al verlo se turba, deja caer el revólver. Papá. Vock. Soy yo. soy yo. y es así. y es así como debía volverte ver. JUAN. Qué significa esto, mama?
Vock. acercándose. Que debes pensar lo que haces, eso es lo que significa.
JUAN. Qué te trajo a esta casa?
VOCK. La voluntad de Dios me ha conducido, hijo mío, es la voluntad de Dios.
JUAN ¿Te llamó mamá?
Vock. Sí, Juan.
JUAN. para qué?
Vock. Para que esté a tu lado como un amigo.
JUAN. Necesito ayuda?
Vock. Sí, Juan, porque eres débil. un hombre débil como todos noso(le toma la mano. Quiero y debo decirte lo mucho que te queremos y también que el Señor se complace al ver el arrepentimiento de un pecador.
JUAN. Soy acaso un pecador?
VOCK. siempre con dulzura. Un gran pecador, sí, delante de Dios.
JUAN. En qué he pecado?
Vock. Quien mira una mujer con deseos ha pecado, dijo Cristo. tú has hecho más, Juan.
JUAN. Padre. VOCK. No te alejes, Juan. Dame la mano, como la daun pecador otro pecador y acepta mi ayuda. Combatiremos juntos.
JUAN. Padre, yo estoy en un terreno distinto del que tú pisas.
Vock. En el que tú estás se resbala muy fácilmente JUAN. Cómo puedes decirlo, padre, si este terreno te es completamente desconocido? También te es desconocida la conducta que sigo.
Vock. Oh, sí! Lo sé, es una conducta que lleva a la perdición. Yo te vengo observando desde hace muchos meses, en silencio. y por encima de mí, alguien, mucho más severo, Dios, también te observaba. Hoy te hablo y en su nombre te digo: detente, estás en la orilla de un abismo!
JUAN. Padre. sí, tus palabras son buenas y amorosas; pero.
encuentran un eco en mí. Yo no temo esos abismos de que me hablas. hay otros abismos los cuales no debéis precipitarme con vuestras medidas.
asabéis. tros no 1544

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